El oratorio del Santo Rey San Baltasar pertenece a la familia Peña-Velázquez. Este año cerca de 10 jóvenes vestidos como el santo patrono esperarán en la entrada con alcohol en manos a los visitantes a fin de cuidar el cumplimiento de las medidas sanitarias que son recomendadas por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPYBS).
La imagen del santo está en tierra guaraní desde hace más de 400 años, desde la época de los jesuitas. El resguardo de la figura está a cargo de la familia de don Valentín Arrúa, el único de los integrantes de la 5ª generación, que sigue la costumbre de sus antepasados. Don Arrúa junto a su familia se encarga de la organización de la fiesta patronal más concurrida de la ciudad de Capiatá.
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Don Valentín Arrúa cuenta que la tradición familiar trae mucha alegría a todos los que visitan el oratorio, y explica cómo se originó en el núcleo familiar. “La gente llega, enciende su vela y reza, agradece por las bendiciones recibidas. Hay mucha alegría en torno a la imagen que al inicio pertenecía a los jesuitas hasta que cuando fueron expulsados, entregaron la imagen a un ancestro mío (sic)”, relató.
Cuenta que la imagen fue heredada por sus antepasados hasta que llegó al poder de su abuela Valentina Velázquez de Peña. “Mi abuela Valentina tuvo dos hijos: Taciano Peña y Lidia Peña. Mi madre era Lidia Peña, ambos ya fallecieron. La tradición continuó con mamá hasta que un día una desafortunada situación nos tocó vivir. Unos malvivientes irrumpieron en el oratorio y robaron la cabeza de nuestro santo patrono, mataron a mi hermana Vilma y mi madre fue herida, pero por suerte sobrevivió”, rememoró.
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Don Valentín comentó que como en la historia se sabe que se buscaba oro en los primeros tiempos en América, se cree que los jesuitas guardaban el material precioso dentro de las imágenes, y considera que fue por eso que llevaron la cabeza del santo. “Esta imagen es de madera, pero llevaron la cabeza pensando que adentro había oro”, explicó.
A pesar de todo lo vivido en su momento, la familia sigue firme con la tradición. Es por eso que cada año los visitantes van vestidos como el Rey Baltasar con corona, capas y chalecos rojos con amarillo, tanto, niños, jóvenes y adultos, recordando así a San Baltasar y recreando en el ambiente un alegórico encuentro espiritual.