La Virgen de los Milagros de Caacupé este año no festejó en la soledad el día de su Inmaculada Concepción, como ocurrió en el 2020 durante la cuarentena total o estricta. A la medianoche, con una plazoleta repleta de devotos, muchos de ellos exhaustos, acostados en la dura explanada; velas encendidas, banderas paraguayas, papales y otros, blandiendo pañuelos de diversos colores, aunque predominando el blanco, y cánticos en honor de Tupãsy Caacupé, se inició la explosión de fuegos de artificio para comenzar la celebración.
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La vuelta de la festividad mariana devolvió la esperanza a cientos de vendedores que tuvieron más de un año de sequía económica y permitió que miles de paraguayos llegasen a la basílica para hallar consuelo y fortaleza para soportar pérdidas de familiares, amigos, compañeros de trabajo; así como la posibilidad de seguir estudiando y otros, en los tiempos difíciles de pandemia del nuevo coronavirus. El clamor común de los feligreses fue: “que termine la pandemia para que podamos recuperar la normalidad de nuestras vidas”. También, los miles de devotos agradecieron por la vida, por la salud, por tener la familia completa.
La esperada procesión de la sagrada imagen hasta el altar para el inicio de la misa central fue un momento muy emotivo. También la bendición desde las alturas de la Virgencita Azul a los fieles católicos que no pudieron llegar para la misa central de ayer 8 de diciembre y a todo el pueblo paraguayo.
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Luego de la misa central, la sagrada figura de la Virgen fue llevada en un helicóptero de los “Dragones” de la Fuerza Aérea que despegó en el parque Lagorã y sobrevoló las lomas de Caacupé.
La ilustre pasajera fue llevada hasta el helipuerto del Lagorã en manos del obispo de la diócesis de Caacupé, Mons. Ricardo Valenzuela.
Antes de emprender vuelo, muchos feligreses se agolparon al helipuerto para una selfie con la imagen de Tupãsy. Durante el vuelo, que duró unos 20 minutos, emocionados, algunos fieles salían de sus casas para elevar al cielo sus manos esperando la bendición. Otros, los niños principalmente, corrían tras la trayectoria de la aeronave que blandiendo sus hélices rompía el viento sur de la calurosa mañana de feriado mariano.
Poco después el helicóptero que transportaba a la Virgencita volvió a posarse en el Lagorã, donde los presentes corrieron a verla de cerca y también pedir la bendición de monseñor Valenzuela.