De profesión mozo: el arte de servir

Son el rostro y el alma de los locales gastronómicos, la primera sonrisa que vemos al llegar; manejan situaciones, caracteres y los más duchos hasta saben de antemano lo que uno va a pedir. Los mozos y su arte de servir definitivamente marcan la experiencia a la hora de salir a comer. Y por eso cumplen un rol fundamental a la hora de atraer o espantar clientes.

Los mozos y mozas son un factor clave en la experiencia gastronómica. De la calidad de su atención depende en buena parte que el cliente elija regresar o no a un restaurante.Silvio Rojas
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El cliente nunca olvida una sonrisa, una cálida atención y que lo recuerden cuando regresa a un local. Hay mozos y mozas que con su carisma, educación y don de servicio, se convierten en estandartes vivientes de los restaurantes. Pueden pasar de ser un desconocido que sirve la mesa, a un amigo muy peculiar.

Están los camareros de la vieja escuela, capaces de sin siquiera anotarlo, recordar el pedido de comida y bebida de cada comensal -aunque haya cambiado un par de veces antes de decidirse y haya restado ingredientes, agregado extras y modificado el plato a su gusto-. Pero también -hay que decirlo- los que ni siquiera conocen la carta del restaurante donde sirven, no pueden explicar un plato y evitan a toda costa el contacto visual con el cliente, de modo que un trámite de 15 minutos puede tardar una hora.

Oliver Gayet, presidente de la Asociación de Restaurantes del Paraguay, sostuvo que los requisitos que se tienen en cuenta a la hora de contratar un mozo son: buena presencia (bien peinado, afeitado, y sea pulcro) y que pueda conversar y hablar correctamente. Un requisito extra es hablar un segundo idioma, como el inglés o portugués, mediante el cual se pueda garantizar una mejor atención a un cliente extranjero.

“También buscamos actitud de servicio, predisposición. Debe estar dispuesto a ayudar, a explicar, y sobre todo tiene que ser una persona despierta, atento a lo que ocurre en el salón. Debe saber interpretar los gestos, el lenguaje corporal de los comensales”, sostuvo.

Los mozos de "la vieja escuela" se lucen con su experiencia. Algunos hacen de su servicio una puesta en escena.

“Los mozos también se destacan por saber vender. Mientras más consiga satisfacer al cliente, genera más recursos, y también se autogenera ingresos, lo que conocemos como propina”, dijo.

“El buen mozo no es el que vende los productos más caros. Es aquel que sabe interpretar lo que el cliente está queriendo, cuánto quiere gastar. El mozo interpreta, sugiere, hace sentir cómodo al cliente y entonces éste quiere volver”, afirmó.

La experiencia de “la vieja escuela”

Gayet comentó que en el marco de la pandemia del COVID-19, los mozos que fueron suspendidos, ya han sido recontratados y otros optaron por migrar a otros rubros. “Muchos mozos, y personal de servicio, migraron a otra profesión u oficio. Actualmente no hay mozos con experiencia disponibles en el mercado. En este momento, los restaurantes invierten en jóvenes y los están entrenando. Es mucha la diferencia entre los ‘mozos rodados’ y los jóvenes”, indicó.

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“La profesión es linda, es dura, son muchas horas de trabajo, horas de pie. Es un trabajo minucioso, de mucha pulcritud, que da satisfacción. Si se hace bien, el salario es una parte, pero lo que se gana en propina puede duplicarse y hasta triplicarse”, alentó.

En un recorrido por algunos locales gastronómicos del microcentro capitalino, pudimos conocer a algunos de los trabajadores de este rubro, quienes en representación del gremio, compartieron sus experiencias en esta labor.

“El objetivo principal es que el cliente esté contento”

Derlis Ozuna, gerente de sucursal La Vienesa (centro), señaló que los mozos se enfocan en el objetivo principal: que el cliente esté contento y satisfecho desde que entra hasta que sale del local. “Practicamos la empatía, ponernos en el lugar del cliente. Entendemos que las personas no solo van solo a comer, sino para desestresarse, para salir de la rutina, para pasar un buen momento, y buscamos que el mozo sea complemento de esa situación agradable”, manifestó.

Roberto Villalba, Maria Rejala, Renzo Jara, mozos de La Vienesa

En cuanto al personal, señaló que contratan mozos de entre 23 y 40 años. Se encargan de entrenarlos, les ofrecen capacitaciones y talleres.

“La profesión del mozo es excelente, brinda muchas oportunidades de crecimiento personal y profesional, también económica para llegar a sus objetivos, claro”, afirmó.

Roberto Villalba (48,) tiene una hija de 5 años y es mozo de La Vienesa (sucursal del Centro de Asunción). Comentó que le gusta atender a grupos grandes, especialmente a las familias que llegan para cenar o almorzar. Señaló que le hace sentir bien cuando el cliente pide que lo atienda él.

“Me enfoco en los clientes, lo fundamental en este trabajo. Trato de dar lo mejor de mi. Cuando empiezo mi jornada miro a mi alrededor y me aseguro de que no falte nada. Espero atento a las personas. Soy multifacético, también hago atención al cliente y a veces estoy en la barra”, cuenta.

“A los clientes ya son conocidos, les ofrezco lo que sé que les gusta, les ofrezco promociones, etc. Me gusta conocer personas, atender diferentes caracteres. Si le das una buena atención, las personas no se olvidan. Me gusta mucho cuando el cliente pide por mi, cuando pide que le atienda yo”, afirmó.

“Si la atención es buena, la comida pasa a segundo plano”

Gustavo Benítez, propietario de “La Taberna Española”, destacó la importancia del mozo a la hora de ofrecer una velada agradable e inolvidable. “La comida puede ser excelente, pero si la atención es buena, la comida pasa a segundo plano”, afirmó.

“El mozo no debe ser una especie de robot que solo acarrea las cosas a la mesa. Debe tener vocación de servicio, ser agradable. Es importante que sea una persona simpática, juky, que tenga picardía natural, claro que debe tener experiencia sirviendo, eso se aprende, pero lo más importante lo lleva adentro”, destacó.

Benítez recordó a Pablito, un destacado mozo que trabajó en la Taberna por 10 años y que se ganó el cariño de todo el público, por su carisma, personalidad y gusto por el arte.

“Seguimos buscando un reemplazante para ese lugar difícil de llenar que dejó Pablito”, sostuvo.

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Recordó que Pablito inicialmente se destacó como artesano, y era el que proveía de obras de arte a la Taberna, las mismas que hoy copan las paredes del local. Vendía artículos decorativos, era restaurador y apasionado de las antigüedades.

“Un día, fijándome en su personalidad y en todo lo que él podía ofrecer como persona, le ofrecí atender las mesas y aceptó. Desde ese día se ganó el corazón de todos los clientes. Pablito manejaba todas las situaciones, se compenetraba rápidamente con los clientes, los estudiaba y sabía qué temas de conversación arrancar. Recitaba poesía, conocía de música, de arte. Él podía con todo tipo de clientes, los clientes de carácter más especiales, difíciles, él los conquistaba a todos”, recordó.

Ernesto Meaurio y Raquel Flores, de La Taberna Española

Entre los mozos que actualmente trabajan en La Taberna Española, destacó a Ernesto Meaurio (44 años), al que definió como un artista, pintor, al que le gusta pintar al óleo, le gusta el arte, hablar, atender. “El tiene una característica muy especial para atender”.

También mencionó a Marciano Marys (50 años). “Él se destaca por ser muy simpático, juky, atiende sonriendo siempre, le recibe a la gente de forma efusiva, si le conoce al cliente lo llama por su nombre, le pregunta por sus cosas. Está preparado para atender a todo tipo de carácter”, dijo.

En este trabajo, cada día es una aventura. Cada grupo, cada persona es un mundo y nos invita a conocerlo. Mi objetivo es siempre dar lo mejor de mí y que las personas se sientan bien en esta casa, que se sientan como en la suya”, manifestó Ernesto Meaurio.

“A mi me mueve la idea de preparar la casa, esta casa, como cuando la familia va a venir a cenar al hogar, porque la gente viene en familia, viene a celebrar su cumpleaños, viene con sus padres, con sus abuelos y con los niños. Quiero que pasen bien. Nosotros siempre somos los mismos, la gente que viene es la que trae las emociones”, dijo Raquel Flores, moza de La Taberna Española.

Raquel fue más allá y dio un mensaje a su colegas: “Que no se rindan, que le echen ganas, porque es un trabajo que implica muchas horas parados, fuera de casa, pero esto es más que una moneda en la mesa, es la oportunidad de dar más de nosotros mismos”.

El contacto visual es clave. El mozo debe estar siempre atento a los gestos y el lenguaje corporal del cliente: cuando quiere ordenar, pedir la cuenta o consultar algo.

Para los comensales, el trato en el servicio definitivamente marca el momento y puede ser el motivo para no volver nunca más a un restaurante, o por el contrario, ponerlo en su lista de favoritos.

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