Gladys Montenegro Jacquet tiene 56 años, 5 hijos (4 mujeres y un varón), actualmente tiene un emprendimiento gastronómico en la ciudad de San Ignacio.
¿Cómo comenzaste a activar por los derechos de las mujeres?
De niña participé de las escuelitas campesinas de la Ligas Agrarias y creo que ayudó a que tenga pensamiento crítico. Siempre tuve esa inquietud de por qué las mujeres, una vez casadas, no podíamos mantener nuestro apellido de solteras, por qué no podíamos disponer de bienes propios, por qué había desigualdad en la patria potestad de nuestros hijos, hijas. Empecé en la década del 90 a formar comités de mujeres, grupos de mujeres en mi barrio, en la capilla nos reuníamos a debatir sobre estos temas, a cuestionar, a organizarnos. Con la Constitución de 1992 se abrieron las puertas para un cambio significativo. Hasta que se promulgó la Ley 1600 [del año 2000 sobre violencia doméstica] nosotras sólo contábamos con la declaración de derechos humanos como marco general.
Ya con la ley, no teníamos a quién acudir, con quién denunciar las violencias intrafamiliares. Una de las primeras acciones fue crear la Contraloría Ciudadana, para acompañar a las víctimas, al mismo tiempo controlar a las autoridades en la administración de la Justicia y de los recursos municipales y nacionales.
Las mujeres empezamos a exigir derechos, pero costaba mucho que se atiendan nuestros reclamos. En 1996 creamos un movimiento independiente para incidir en la Junta Municipal y logramos acceder al cargo gracias al voto de las mujeres con quiénes ya veníamos trabajando.
Desde tu experiencia, ¿Cuál es la importancia de que las mujeres se junten y se organicen?
Desde mi óptica, las mujeres cuando somos escuchadas, acompañadas y valoradas podemos ejercer nuestros derechos y asumir compromisos con honestidad, transparencia y responsabilidad, está demostrado. Lo que falta es mayor distribución, en lo doméstico, de las tareas propias del hogar, para que la mujer, cuando asume un liderazgo fuera de la casa, se destaque sin que la sobrecarga laboral y familiar la someta.
Todas las conquistas a favor de las mujeres las hemos logrado gracias a denuncias, propuestas, organización y manifestación. Hemos iniciado con las ligas de mujeres en 1919 y hasta lograr el voto en 1961 fueron décadas de luchas. Las compañeras constituyentes de 1992 nacieron de aquellas organizaciones.
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¿Cuáles han sido los principales avances del movimiento de mujeres en la zona Sur en estas últimas décadas?
En el Sur desde el 2015 se ha acompañado la formación política de las mujeres, a través de la Red de Mujeres del Sur. Fui coordinadora de este proyecto en tres departamentos, Itapúa, Misiones y Ñeembucú. Se ha acompañado a las mujeres en cargos políticos, mujeres de comités de producción y mujeres profesionales en instituciones educativas. Fuimos pioneras, desde el Sur, en apoyar y acompañar el Proyecto de Ley de Paridad, presentado al Senado. Esto sigue ahora con Sumamos Mujeres, que capacita a las mujeres candidatas a cargos electivos, se sumaron mujeres de Caazapá y Guairá, somos ahora de cinco departamentos. Los desafíos siguen siendo grandes. En Misiones sólo tuvimos una diputada mujer desde la apertura democrática, ninguna Gobernadora hasta ahora.
¿En el nivel local, que es el más próximo a las personas, cuáles serían las medidas de política pública necesarias para apoyar la autonomía económica de las mujeres y su empoderamiento político?
Las mujeres del campo trabajan en lo reproductivo y productivo más que los hombres, su horario es de 12 a 18 horas sin ser apoyadas en su trabajo no remunerado de “amas de casa”. Muchas veces, si acude a vender sus productos en ferias, el que administra el dinero es el varón. Entonces, es necesario que ese machismo cambie, el sistema educativo y cultural debe cambiar y eso lleva su proceso, y requiere de políticas.
Respecto del empoderamiento político, la política que hacemos las mujeres como madres en las escuelas, como integrantes de comisiones y organizaciones no suele ser reconocida, se tiende a elegir a hombres sin mérito alguno para ocupar cargos y son quienes deciden sobre nuestros destinos. El hombre fue educado para lo público, nosotras para lo doméstico. Para que una mujer se anime a trascender más allá de eso debe tener una red de afecto, de protección, de seguridad familiar, comunitaria y económica. Pero si las mujeres no rompemos barreras, no nos involucramos en los espacios de decisión, las situaciones de inequidad no van a cambiar. Nuestra participación es necesaria para que mejoren las políticas de gobierno.
Nosotras planteamos la necesidad de contar con guarderías municipales, casas abrigo para mujeres que sufren violencia, espacios seguros en el ámbito laboral, mecanismos que garanticen los derechos laborales de las mujeres sin discriminaciones. También el cuidado del medio ambiente, porque el desafío es integral, promover el reciclado, separar los desechos, crear jardines botánicos, y que haya una educación ambiental y en derechos para construir entornos de vida digna y sostenible.
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