La Dra. Minerva González, especialista en medicina familiar, utilizó su cuenta de la red social Twitter para relatar detalladamente cómo fue su jornada de ayer, mientras prestaba servicio en el Hospital Materno Infantil Loma Pytá atendiendo a pacientes graves de COVID-19. El conmovedor relato se volvió viral mientras pedía que la ciudadanía deje de reunirse en eventos innecesarios como el piki vóley y el fútbol amateur, en donde se generan cientos de contagios de la enfermedad.
La falta de camas y de medicamentos, la gravedad de los pacientes, el maltrato hacia el personal de blanco por parte de familiares, las largas horas de trabajo que no les permiten ni siquiera alimentarse correctamente mientras están cubiertos con incómodos trajes de protección son algunas de las situaciones que menciona la doctora y por las cuales atraviesan los médicos de todo el país. Algunos ya perdieron la vida salvando las de los demás.
La impotencia de la profesional empieza con la cantidad de personas que ingresan durante su turno, en estado grave, con saturación alarmante, con fallas respiratorias y familiares que gritan faltándoles al respeto a ella y todo el personal de blanco. La doctora se indigna cuando el propio hijo de uno de los pacientes cuenta que su padre se contagió en un partido de piki vóley. “Uno se enfermó y cayeron la mayoría”, lamenta.
En medio del todo el caos, la doctora no tuvo tiempo de almorzar, ni siquiera pudo tomar una taza de café, que se enfrió en su escritorio mientras los pacientes seguían sumándose en emergencias. A las 14:00, ya había atendido a 36 pacientes.
Como punto positivo del día, González menciona a los adultos mayores que da de alta. Todos vencieron al COVID-19.
Después de otra jornada de terror, llegó la hora de ir a casa. La doctora atendió a 64 pacientes, cuatro de ellos internados. Vuelve a descargar su indignación por el piki, el fútbol y las farras que suman enfermos en los hospitales.
Y es que estos profesionales, estas personas, también tienen una vida, familias que los esperan en sus hogares, seres queridos a quienes no pueden abrazar sin temor a contagiar el virus que pueden llevar desde sus lugares de trabajo.
La doctora lamenta el maltrato por parte de familiares que reclaman la falta de medicamentos y de camas. Lamenta el egoísmo de tantas personas que siguen incumpliendo las medidas sanitarias mientras otras miles luchan por sus vidas, lloran a sus muertos y médicos que intentan salvar a ancianos y jóvenes.
Minerva ya está en su casa. La esperan sus padres y su hija. Un dibujo de su pequeña es su medicamento para el alma. Otro día de terror le dio un cuarto intermedio. Hasta el día siguiente, cuando, al igual que sus colegas, deberá volver a enfrentar horas de terror evitando que más vidas se pierdan. Mientras tanto, otros miles seguirán programando encuentros clandestinos o a la vista de todos, como una burla ante las horas de terror que, al mismo tiempo, otros padecen.