Así se ven y oyen realmente los líderes detrás del “bello rostro” de la sextorsión

El bello rostro y las sensuales curvas de una joven son apenas una fachada -tan tentadora como engañosa- utilizada por internos de penales para realizar el delito conocido como “sextorsión” o “sexting”, que reditúa en millonarios ingresos ilícitos. No hay que subestimar la capacidad de engaño de los delincuentes, que son capaces de simular tanto el encanto de “Jessikita Vera” u otro nombre ficticio, como también la voz de algún “comisario” llamando desde su oficina, incluso con la frecuencia policial de fondo.

ABC Color
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Tras la detención ayer de una joven llamada Lizza Noemí Campuzano Petters, de apenas 19 años, cuyas fotografías y videos eran el “gancho” común en una legión de perfiles falsos en las redes sociales para embaucar a hombres, también las autoridades llegaron hasta los que serían cabecillas de este gran y fructífero esquema de extorsión con base en contenido sexual de personas incautas, que llamativamente -o no tanto- operaban tras las rejas.

Conocidos delincuentes del Penal de Cambyretá como Tomás de la Cruz Sosa Servián, José María Martínez García y Justo Ramón Insfrán Gamarra son los verdaderos conquistadores detrás de las fotos de Campuzano Petters, que no obstante no está exenta de ser parte del esquema, ya que la misma proveía imágenes específicas a pedido de los líderes, a fin de hacer más creíbles las conversaciones subidas de tono, que luego desembocarían en “sextorsión”.

Justamente, podría ser fácil señalar de extremadamente ingenuas de las víctimas, pero no hay que restar mérito a las cualidades delictivas de los extorsionadores, que no solamente son extremadamente persuasivos a la hora de pedir imágenes comprometedoras a sus víctimas para luego exigir dinero para no publicarlas, sino también son sumamente habilidosos en inventar denuncias policiales calcadas de las oficiales, o bien, hacerse pasar por “comisarios”.

Una vez que tiene las fotografías de las víctimas en su poder, son capaces de amenazarlos con publicarlas, o bien, de iniciar un supuesto procedimiento judicial en su contra por supuestos delitos de acoso a menores. Simulan ser policías e incluso desde sus celdas reproducen fielmente de fondo la rutina de una comisaría, audible en el incesante diálogo de la “frecuencia policial”.

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La efectividad de los mismos no solo es tangible con base en la cantidad de denuncias de víctimas de sextorsión, sino también a las sumas que se llegaron a pagar por algunas víctimas, llegando incluso a montos como los G. 40 millones, según maneja la Policía.

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