Los pocos transeúntes son los periodistas o bien un nutrido número de policías, que custodian el edificio para que nadie se aproxime a lugar.
Ver a Caacupé sin gente hasta es conmovedor. Quién se iba a imaginar semejante silencio y ausencia de gente en los alrededores de la basílica.
Sin dudas, la feligresía ha escuchado a sus pastores y esta vez ha optado en quedarse en casa, para desde allí, elevar sus plegarias al cielo, a la Virgen Mediadora de los Milagros, sobre todo por el cese de la pandemia que ya ha costado la vida de casi 1.900 compatriotas.
Si bien Caacupé esta “si un alma”, se espera que el pueblo creyente estará mañana imaginariamente en Caacupé desde sus casas. Si para los creyentes, orar a la Virgen puede redundar en milagros, en esta ocasión más que nunca se espera que la madre escuche las plegarias de su pueblo.
La prioridad este año es sobrellevar la pandemia -y en ese sentido ya anunció monseñor Ricardo Valenzuela irá su homilía-, pero como el paraguayo sabe cobijarse en la madre y la situación económica tampoco está fácil, seguramente también mucho pedirán recuperar sus fuentes de trabajo y la salud, porque solo así, cuando la ocasión lo permita, acudirán de nuevo a la villa serrana.
Mañana la misa central comenzará a la 7:00 y estará presidida por monseñor Ricardo Valenzuela.
Hasta los caacupeños están sorprendidos de la soledad que se ha apoderado de la plaza de la basílica y de las calles que las rodea. Un año atrás esto era un mar de gente, que acudía desde los cuatro puntos cardinales para rezar a la virgencita.
Pero este silencio que se apoderó de la ciudad no solo es visible en el centro, sino a lo largo de la ruta PY02. Ni un peregrino se observa, solo impera el intenso trafico de vehículo hacia otros destino. Los comercios ya cerraron y ya hay pocas opciones para alguna compra. Solo ladridos de perros se pueden escuchar a lo lejos. Así esta Caacupé a la espera de que la pandemia desaparezca y que nuevamente el próximo año acoja a los devotos de la Virgen