Durante los allanamientos fueron detenidos Gabriel Andrés López y Francisco Gutiérrez Carrasco, quienes aparecen como los principales financistas de la organización. Sin embargo, los agentes especiales sospechan que estos solo serían las caras visibles de los que en realidad estaban inyectando el dinero, para alquilar departamentos y depósitos en Asunción y Fernando de la Mora, que luego eran convertidos en modernos invernaderos, equipados con sistema de riego automático, luces ultravioleta durante las 24 horas del día, a más de otras tecnologías de producción importadas de los Estados Unidos y Chile.
Con este sistema, el clan se aseguraba una importante producción de la droga de altísima calidad, ya que gracias a los cuidados de laboratorio, aumenta en gran medida la concentración del THC (Tetrahidrocannavinol), que es la droga que produce la planta de marihuana. La banda tenía una selecta clientela, debido al alto costo del producto, que vendían entre G. 70 y 80 mil el gramo. Tampoco comercializaban con desconocidos, dijeron.
Junto con López y Gutiérrez cayeron otras cuatro personas que figuraban como los encargados de los invernaderos, estos eran conocidos como los “productores”, María Barros Estragó, Diego Elizeche Monti, Eugenio Méndez Gutiérrez y Henry Alexander Homzi.
En tanto que en la lista de distribuidores figuraban Nicolás y Rodrigo Marecos Retamozo, Moisés Basualdo Valiente, Matías Adrián Paciello, Arturo Vega Yambay y Jorge Samudio Giménez.
Precisamente, estos últimos se estaban capitalizando para luego expandir el negocio a las principales ciudades del interior del país, cuando fueron arrestados.
Pese a los esfuerzos efectuados por los investigadores nunca se pudo permear al grupo para averiguar si había otras personas que apoyaban económicamente estás actividades En varias ocasiones se intentó infiltrar un agente en cubierto entre los distribuidores, pero nunca se tuvo éxito, explicaron.