Madre Tierra: un lugar para el renacimiento

Un arroyo que corre entre piedras, una casa en la colina, laborterapia y amor, mucho amor, constituyen la receta con la que el centro Madre Tierra trabaja en la recuperación de niños vulnerados y que han caído en adicciones.

Abrazos de esperanza, los niños de Madre Tierra custodiados por Nayobi, la mascota del lugar.
La Dra. Chantal Hulin, directora del centro ubicado en Ybycuí.
Los chicos también aprenden las artes de la cría de aves de corral para el autoconsumo.
El arte es una de las formas de escape de los chicos que desarrollan su creatividad.
El compañerismo y el trabajo compartido son la constante en la rutina que se desarrolla en el hogar.
Laborterapia es una de las acciones que realizan los niños como parte de su recuperación.
En el corazón de Ybycuí, el hogar en el que el MINNA determinó la estancia de nueve niños para desintoxicación.
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Denominado como espacio de protección el Centro Madre Tierra es uno de los lugares con los que cuenta el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia para albergar a niños en situación de vulnerabilidad que han caído en las drogas y cuyo proceso es catalogado como crítico, es decir ya han pasado por otras instancias de protección del MINNA como los centros de repuesta rápida, el hogar Ñemity y las instancias de la Unidad de Desintoxicación Programada del Centro de Adicciones, entre otras.

Madre Tierra se erige en el corazón de Ybycuí, departamento de Paraguarí, a orillas de un manso arroyo, rodeado de naturaleza, el contexto ideal para iniciar un proceso de rehabilitación que conlleva un año de trabajo, según explica su directora, la Dra. Chantal Hulin.

Actualmente están albergados ahí nueve chicos cuyas edades oscilan entre los 9 y 15 años. “Mantenemos esta franja de edad ya que si son más grandes el abordaje es distinto”, puntualiza Hulin, quien es también fundadora y presidenta de la Asociación Justicia y Verdad que sostiene económicamente parte de la logística que precisa el funcionamiento de este centro fundado en el 2003, y reactivado el año pasado.

En el proceso de trabajo ha logrado reinsertar a la comunidad a varios chicos, logrando así un 80% de efectividad, según explica Hulin.

Prueba de ello es que actualmente se encuentra trabajando ahí Alejandro Monzón (24), quien pasó por el hogar y hoy es educador de la comunidad terapéutica.

La presencia de Monzón, como él mismo afirma “es una ventaja” pues habla el mismo idioma de los chicos, nueve en total, que viven ahí actualmente y tiene respuestas para las crisis, incertidumbres y sobre todo motivación de que se puede salir adelante pese a la adversidad.

En el lugar también trabajan una sicóloga, una cocinera y una profesional de la medicina.

“El trabajo de rehabilitación consiste eminentemente en laborterapia”, detalla Hulin mientras recorre con los chicos y la mascota Nayobi las huertas, el kokue y el gallinero. “Se trabajan todos los elementos: la tierra, el aire, el fuego y también el agua. Esta es fundamental ya que por la propiedad atraviesa un arroyo en el cual también se desarrollan algunas de las actividades.

Para Norma Noelia Molinas, coordinadora de Atención Integral a Niñas, Niños y Adolescentes que viven en las calles, el programa PAINAC del MINNA es clave en el trabajo coordinado con este hogar y la reinserción efectiva de los chicos.

La misma conoce los casos de quienes están ahora en el lugar y se encarga, además del proceso de reinserción, de conocer las realidades de cada uno de ellos para llevar con éxito la culminación del programa. Texto y fotos: Marta Escurra mescurra@abc.com.py

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