El sacerdocio desafía en medio de tormentas

Con su alba (sotana) puesta, otros ajustándose el cíngulo, se ubican en la fila procesional. Ellos son los seminaristas que en estos momentos celebran el Día de la Familia. Son 150 jóvenes que dicen ser llamados por Dios para servir al semejante y, sobre todo, recuperar la imagen del sacerdocio, que no escapó de la tormenta de los escándalos.

Los obispos entran en procesión para el inicio de la misa en la capilla del Seminario Mayor.
audima

El Seminario Mayor Nacional del Paraguay, dependiente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, y que se encuentra en las afueras de Asunción, es la institución que forma a los sacerdotes que servirán en las parroquias de todo el territorio nacional. Aquí la vida se realiza en comunidad. Los superiores orientan a los candidatos en la misión que les espera. Para ello tienen una formación académica de siete años: tres de filosofía y cuatro de teología, además de la espiritual, que es paralela a los años de convivencia en el seminario.

Todos los que asisten son inculcados en los valores cristianos y en el compromiso que deberán asumir cuando, una vez sacerdotes, su obispo los destine a trabajar en una parroquia u otra institución.

Todos los que asisten, los que actualmente se están formando, son conscientes de la situación que atraviesa la jerarquía, un tanto desacreditada por los escándalos que salpicaron a algunos cardenales, obispos y sacerdotes. Los seminaristas coinciden en que hay que revertir esa imagen y que ellos están llamados a ser partícipes de ese desafío de ser de nuevo los pastores que guían al rebaño hacia el reino de Dios.

Mucha gente, la mayoría familiares de los seminaristas, participaron de la celebración comunitaria.

Este año se cumplen 50 desde la apertura del Seminario fundado por el entonces Monseñor Ramón Bogarín Argaña. En medio siglo, miles de jóvenes han pasado por el Seminario: algunos llegaron al sacerdocio, otros abandonaron el ministerio y están quienes no llegaron al objetivo, pero cuyas vidas están marcadas por la formación recibida en la casa de estudio.

“La vocación es un llamado de Dios y cuando uno llega al sacerdocio realiza la misión que le encomienda su obispo en nombre de Cristo”, nos dijo Blas Oviedo, un joven de la diócesis de Ciudad del Este que está en el tercer año del filosofado.

Con una camisa negra y cleriman al cuello, sostuvo que ser seminarista es un desafío, porque uno se forma para ser sacerdote y la misión del consagrado es anunciar la palabra de Dios.

Richard Paredes, del cuarto año, es oriundo de Limpio. También dijo que “fue llamado”, para la vida consagrada. Su ideal es ser sacerdote y trabajar en la evangelización de los jóvenes y los pobres, que es la población mayoritaria de la Arquidiócesis de Asunción, donde prestará servicio cuando sea consagrado.

Estos jóvenes, al igual que los otros 150, aspiran llegar al objetivo. Ellos, en algún momento de su discernimiento vocacional, comunicaron a su familia que irían al seminario. Si bien el crecimiento espiritual debe ser en familia, la formación académica separa por momentos esa relación. Si embargo, siempre hay situaciones o acontecimientos para la integración, como el Encuentro de la Familia del Seminario que se realiza en estos momentos. Papá, mamá, hijos y abuelos se encuentran y celebran la misa con los obispos.

Posteriormente, habrá un almuerzo comunitario con los progenitores como los principales invitados. Un próximo evento será la clausura del año lectivo y así se superan etapas hacia el objetivo.

“No sé si hay tantas vocaciones, pero estamos teniendo un importante grupo con el que trabajamos para que sean buenos sacerdotes”, nos dijo el rector Presbítero doctor Cristino Bonher, un sacerdote paraguayo de vasta formación que está en el cargo desde hace siete años.

No explicó que la respuesta vocacional ya no es como años anteriores en que se presentaban muchos, pero aclaró que quienes llegan incluso ya son más conscientes de a qué vienen. A su criterio, eso es un desafío que implica impartir una nueva formación en excelencia, para que una vez que lleguen al objetivo sean buenos sacerdotes.

Nos comentó que hay diócesis muy fructíferas en vocaciones como Ciudad del Este, que tiene actualmente 25, mientras que en Villarrica hay 18 y en la Arquidiócesis 14. Otras jurisdicciones como Benjamín Aceval no tienen ningún seminarista desde hace 20 años. Cristino Bonher considera un desafío para los obispos y la feligresía la falta de vocación y hay que trabajar en evangelizar para que haya más sacerdotes, porque -según su criterio- hay regiones totalmente abandonadas como el Chaco, donde hay muy pocos sacerdotes.

Bonher también nos dijo que las tormentas que se presentan en el mundo, en el camino del sacerdocio, solo se podrán superar con un buena formación y acompañamiento del seminarista.

Lo
más leído
del día