En un informe preliminar, el Sistema de Alerta Pilcomayo adelantó que en la región del Chaco boliviano y paraguayo se incendiaron o quedaron afectadas prácticamente un millón de hectáreas. “Esto es como si se hubiera incendiado el 80% del municipio de Filadelfia”, señala Luis María de la Cruz, encargado del sistema.
A través del Sistema de Alerta Pilcomayo se monitorea el desarrollo de los fuegos, a través de los focos de incendio, la dirección de los vientos e identificación de columnas de humo. Se identifican las propiedades afectadas o en riesgo, según los vientos y la sensibilidad de la vegetación y a través de la tecnología. A los grupos que conforman y suman ya más de mil personas de la región del Gran Chaco se comunica y transfiere la información, pero al mismo tiempo se recibe para verificar la información satelital.
Según este monitoreo, hasta el 11 de setiembre se habían contabilizado en el Chaco paraguayo en zona de Chovoreca 152.000 hectáreas incendiadas y en zona del parque Río Negro y Chaco-Pantanal 64.000 hectáreas. Es decir, un total de 216.000 hectáreas arrasadas por el fuego solo en el Chaco paraguayo.
En estos números no están incluidos incendios provocados dentro de estancias que quedaron circunscriptas entre los bosques de protección. En el Chaco boliviano se incendió una superficie total estimada de 780.000 hectáreas.
Aunque desde el domingo los afectados piden al Gobierno que utilice también un SuperTanker para el norte del Chaco paraguayo, hasta la fecha hay personas que tratan de minimizar los hechos, señalando que los incendios forestales se registran cada año y que su presunta magnitud este año es un invento mediático.
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La semana pasada, el encargado de los animales del refugio Urutau, Danilo Krause, comentó que entre Bahía Negra y Agua Dulce encontraron a una persona que afirmó que no había fuego y que los incendios serían una mentira contada en Asunción.
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Una comisión de expertos internacionales determinó para la zona de Santa Cruz, Bolivia, que allá se trata de incendios de sexta generación, que son más caóticos e imprevisibles y donde el fuego inclusive puede modificar las condiciones meteorológicas, creando remolinos y tormentas de fuego, por la masa de combustible que encuentra. Estos incendios de sexta generación pueden superar una velocidad de 4.000 hectáreas por hora, o 400.000 hectáreas en dos días.