Veinte casquillos percutidos de arma corta relumbraban sobre el pavimento una noche reciente frente a uno de los hospitales más importantes de este puerto del sur de México.
Al fondo, un cuerpo yacía sobre una cama de sangre. De rodillas, dos mujeres lloraban al hombre inerte, mascullaban y se lamentaban apretujando las manos de este comerciante de 30 años, cubierto por una cobija verde.
“¡Mi hijo era inocente!” , estallaba la madre ante peritos y policías que resguardaban la escena, mientras una multitud presenciaba el drama y tomaba fotografías con sus teléfonos móviles.
A la misma hora, en dos puntos distintos de la ciudad, se reportaban balaceras, cumpliendo con la estadística de entre 2 y 6 homicidios diarios cuantificada por la fiscalía de Guerrero.
Otro día, hombres armados asesinaron a un jefe de área del ayuntamiento de Acapulco mientras circulaba con su automóvil cerca de la Costera Miguel Alemán, la principal vialidad del puerto.
El sábado pasado, un regidor fue matado en plena luz del día mientras que se desplazaba en la periferia del puerto.
Acapulco es el área metropolitana mexicana donde la población se siente más insegura (un 88,5%) , según una encuesta nacional de percepción sobre la violencia.
Según cifras oficiales citadas por El Universal, hubo 336 homicidios entre enero y mayo 2015 en Acapulco, o 42% más que el mismo periodo el año anterior.
Hubo más de 500 asesinatos entre enero y agosto, según el diario.
“Turismo extranjero, turismo gabacho, aquí no lo vemos. Nos llegan los chilangos (habitantes del DF), muchos, pero de otros países no vienen a Acapulco” , dice Adrián Montoya, trabajador de 25 años de un comercio dentro del aeropuerto internacional de este balneario.
Entre 2008 y 2012, cuando la violencia por la disputa entre bandas del narcotráfico empezó a azotar brutalmente la ciudad, los visitantes extranjeros se esfumaron de Acapulco.
Hasta 2009, Acapulco recibía alrededor de 30.000 estudiantes estadounidenses conocidos como ’Spring Breakers’ que copaban cada primavera las habitaciones de una decena de hoteles. En 2011, su número cayó de forma dramática a apenas unos 500 jóvenes y hoy es difícil ver alguno.
“Aquí veíamos a jóvenes spring breakers en las albercas de los hoteles, en las discoteques, divirtiéndose, generando promoción hacia el exterior y hoy, aunque muchos no compartían su forma de diversión, muchos añoran su regreso” , comenta el gerente de uno de los hoteles más apreciados por los jóvenes que pidió el anonimato.
Los spring breakers fueron desapareciendo por la inseguridad y las alertas emitidas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre el riesgo que representaba viajar al puerto. La última alerta aconseja a los visitantes evitar alejarse más de dos cuadras de la turística Costera Miguel Aleman.
También el turismo de cruceros se estrelló: de los 150 trasatlánticos que atracaban hasta hace cinco años en Acapulco, se pasó a los siete de 2014.
“Si no hay seguridad, no hay líneas interesadas en llegar a Acapulco” , reconoce el presidente de la Asociación de Agencias de Viaje de Acapulco, Juan Pedro Falcón Moreno.
El comercio y los locales nocturnos se han visto afectados. Al menos 900 negocios del puerto han cerrado en lo que va del año, algunas discotecas han decidido abrir únicamente en temporada alta y otras han decidido bajar la persiana por las extorsiones del crimen organizado.
Para 2016, el flamante alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, pretende recuperar el turismo extranjero ofreciendo una zona turística blindada por la Gendarmería Nacional, la Policía Federal y la Policía Estatal bajo un operativo denominado “Escudo Acapulco”.