Francia endurece la regularización de “sin papeles” para centrarla en empleos en tensión

PARÍS. El ministro francés de Interior, Bruno Retailleau, ha emitido una circular que endurece de forma considerable las condiciones de regularización de los inmigrantes sin papeles para centrarla en empleos en los que hay una gran dificultad para encontrar mano de obra.

Varios coches circulan por una calle de París, Francia. (Ilustrativa). Edgar Sapiña Manchado
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En una circular cuyo contenido filtra Le Figaro y que debe explicar este viernes Retailleau -conocido por sus posiciones de derecha dura- fija las nuevas reglas que deben aplicar los prefectos (delegados del Gobierno), en sustitución de las que estableció su predecesor en 2012 Manuel Valls dentro de un Ejecutivo socialista.

El objetivo declarado de esta circular es “el control de los flujos migratorios, en particular con la lucha contra la inmigración irregular” y para ello se pide un reforzamiento del “nivel de exigencia de integración de los extranjeros a nuestra sociedad”, en particular con el compromiso de éstos de “respetar los valores de la República” francesa.

El ministro insiste en que los sin papeles no tienen derecho a ser regularizados, y por eso darles permisos de residencia tiene que hacerse “a cuentagotas”. Se trata de rebajar muy sustancialmente las 30.000-35.000 regularizaciones anuales que se han producido con la conocida como ‘circular Valls’.

Se van a restringir permisos para familiares

Para ello, los prefectos deberán restringir los permisos de residencia que conceden por razones familiares, que son las mayoritarias actualmente, y centrarse en los motivos laborales, que ahora representan en torno a un tercio del total de las regularizaciones.

Más en concreto en los sectores en los que hay una gran escasez de trabajadores, como los restaurantes, la sanidad, el cuidado de los mayores y de las personas con dependencias, la construcción o la agricultura.

Para las otras regularizaciones, se condicionará a una presencia en Francia “de al menos siete años” frente a los cinco hasta ahora.

Los prefectos tendrán que verificar que el extranjero está integrado, y eso pasa por “el dominio de la lengua francesa” asentado en un título educativo o una certificación lingüística, pero también por la suscripción de “un contrato” por el que se compromete al respeto de “los principios de la República”.

Eso cubre, para el ministro, “la libertad personal, la libertad de expresión y de conciencia, la igualdad entre hombres y mujeres, la dignidad de la persona humana, los lemas y los símbolos de la República”, así como “la integridad territorial, definida por las fronteras nacionales, y el laicismo”.

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