La detección de víctimas de trata en América Central y el Caribe cae más del 50 %

Viena, 11 dic (EFE).- La detección de víctimas de trata de personas en América Central y el Caribe -en su inmensa mayoría mujeres y niñas- cayó en 2022 un 53 % en comparación con 2019, de acuerdo con la ONU.

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El Informe Global sobre Trata de Personas detalla que, en 2022, el 52 % de las víctimas detectadas en la región eran niñas, mientras que las mujeres eran otro 30 %. En total, las víctimas femeninas suponen la amplia mayoría, con el 82 %.

La explotación sexual sigue siendo la forma de trata más común, representando el 62 % de los casos detectados y afecta casi exclusivamente a mujeres y niñas, quienes sufren condiciones extremas de abuso y explotación, según el documento de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

"Es probablemente la única región del mundo donde hemos notado que no solo el número de detecciones se redujo durante la covid, sino que ha persistido en esta reducción", explicó en rueda de prensa Fabrizio Sarrica, experto de la ONU en trata de personas.

Sarrica consideró que era "muy complicado" explicar los motivos de este descenso, pero que se podrían resumir en una combinación de factores entre los que destaca la falta de capacidad estatal después de la pandemia.

La tasa de víctimas de trata detectadas por cada 100.000 habitantes en América Central y el Caribe mostró una gran bajada, desde los casi 1,4 de 2019 a los alrededor de 0,6 de 2022.

A pesar de esta baja en detecciones, la región ha experimentado un ligero aumento del 3 % en el número de condenas respecto a 2019, lo que muestra avances limitados en la respuesta judicial a este delito.

Los criminales detrás de este delito incluyen desde individuos que actúan solos (30 %) hasta grupos de crimen organizado (33 %).

El informe subraya la necesidad de reforzar los sistemas de detección y protección de víctimas, así como de mejorar la cooperación regional para combatir esta forma de esclavitud moderna.

La trata es un delito que consiste en captar, retener y explotar a una persona -que suele estar en una situación vulnerable- y además de ser muy lucrativo, tiene un alto grado de impunidad.

Si bien la forma más conocida es la explotación sexual, otras víctimas sufren condiciones de esclavitud en tareas domésticas, la agricultura o, incluso, son obligadas a practicar la mendicidad infantil o vendidas para matrimonios forzosos.

Aunque la ONUDD no ofrece estimaciones sobre víctimas totales, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que casi 28 millones de personas sufren esta esclavitud, que mueve más de 235.000 millones de dólares anuales.

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