El veto israelí a la UNRWA pone en peligro el futuro de jóvenes palestinos en Cisjordania

Magda GibelliQalandia (Cisjordania), 15 nov (EFE).- Decenas de jóvenes palestinos que viven entre el conflicto y la pobreza de los campos de refugiados de Qalandia, en Cisjordania ocupada, hallan alternativas a las calles y las milicias en una escuela de oficios de la UNRWA, que podría tener los días contados tras la decisión del Gobierno de Israel de restringir sus operaciones.

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En medio del sonido de taladros, cortadores y martillos, Malik Hamad, de 18 años, aprende un oficio. Quiere convertirse en electricista y abrir su negocio en Qalandia, el campo de refugiados en el que nació, pegado a Jerusalén, pero al otro lado del muro de separación.

“Este sitio es el único que me ofrece una formación profesional, y mi familia no puede pagarme los estudios, este es el único lugar que me abre las puertas a un trabajo en el futuro”, señaló.

La escuela de oficios de la UNRWA -agencia de Naciones Unidas para refugiados palestinos- es para muchos jóvenes el único camino para aprender una habilidad que les permitirá tener un trabajo digno y construir una vida fuera de la espiral de violencia que vive Cisjordania, agravada en los últimos años.

Como él, otros 350 estudiantes de entre 15 y 19 años reciben formación en 16 especializaciones divididas en tres grupos: electricidad y tecnología, industria automotriz, y metalúrgica y construcción. Cerca del 85 % de los graduados encuentran empleo, explicó a EFE el director del centro de formación de Qalandia, Baha Awad.

Cara de la violencia

En las calles de Qalandia el resultado de la violencia se deja entrever con facilidad. Cientos de afiches cubren paredes, puertas y ventanas, mostrando fotos de jóvenes junto a la palabra “mártir”.

Son rostros de aquellos que murieron en incursiones del ejército israelí. Cisjordania ocupada vive su mayor espiral de violencia desde la Segunda Intifada (2000-05), y en lo que va de 2024 más de 440 palestinos han muerto en el territorio por fuego israelí, la mayoría milicianos de los campamentos de refugiados, pero también civiles.

“¿Si cierran este centro, qué opciones les quedan? Ser explotado como mano de obra barata o dejarse llevar por el conflicto. Se quedarán sin un propósito ni una oportunidad. Estamos hablando de destruir la mejor oportunidad que tienen en la vida”, aseveró Awad sobre la labor de este centro de UNRWA que atiende a jóvenes en una edad crítica.

Esperanza en peligro

Este centro de formación, al igual que otros servicios de la UNRWA, enfrenta un futuro incierto después de que la Knéset (Parlamento israelí) aprobara dos leyes a finales de octubre para el cierre de sus oficinas en Jerusalén este, además de cortar la relación con las autoridades israelíes, lo que hace casi imposible su labor en los territorios palestinos ocupados donde deben coordinar con el ejército su labor humanitaria.

El portavoz de UNRWA, Jonathan Fowler, explicó a EFE que “se trata de una decisión sin precedentes en la historia de la ONU, que amenaza la vida de miles de personas en Cisjordania y Gaza”.

Además, Israel asegura que el 10 % de sus empleados en Gaza tienen vínculos con Hamás y acusó a una decena de ellos de participar en los ataques del 7 de octubre de 2023, que desembocaron en una guerra sin precedentes que ha destruido cerca del 90 % de la Franja de Gaza y causado más de 43.700 muertos.

La UNRWA llevó a cabo una investigación interna y concluyó que nueve de los trabajadores "pudieron" estar involucrados en incidentes recientes, pero afirmó que no ha podido autenticar de forma independiente la acusación de las autoridades israelíes, que no han presentado pruebas concluyentes.

Trabajadores en riesgo

El profesor Hanza Sadad, de 35 años, trabaja para la UNRWA desde hace doce. Al igual que muchos empleados de esta agencia de la ONU, él también es refugiado y teme por su futuro.

“Somos personal de UNRWA y también refugiados. La situación local es muy dura. Nuestros trabajos sostienen a nuestras familias, pero esta es una cuestión política”, comenta Sadad, residente de Ramala.

Entre los afectados por un posible cierre de UNRWA hay profesores, médicos, enfermeras, personal de seguridad y administrativos, palestinos que han dedicado años a servir a su comunidad.

“Muchos estudiantes perderán su derecho a la educación (650.000 reciben clases en escuelas de la UNRWA) y muchos palestinos su acceso a la salud. Nosotros, como trabajadores, no estamos seguros; nuestro futuro está amenazado”, advierte la educadora Taleed Anati, de 43 años, la mitad de ellos con UNRWA.

La desaparición de los servicios de esta agencia de la ONU pondría en riesgo la supervivencia de miles de refugiados palestinos. Para Sadad, la única esperanza es que los actores internacionales intervengan para evitar que esta situación se vuelva insostenible.

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