Esteban, el malabarista chileno que escapó a la pobreza y sueña con “salir del semáforo”

Patricia Cotelo BertaiolaMadrid, 6 oct (EFE).- Esteban Cárdenas es chileno, de Puerto Montt (sur), tiene 24 años y se dedica a hacer malabares para mantenerse y ayudar en su casa desde los 11 años; aunque escogió los malabares “para escaparle a la pobreza”, su sueño es “salir del semáforo”, asegura en una entrevista con EFE en Madrid.

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“Yo me llamo Adolfo Esteban Monachil Cárdenas, pero prefiero usar Esteban Cárdenas por mi mamá”, dice cuando empieza a hablar en el Teatro Circo Price de Madrid, donde se celebra la séptima edición de FiRCO (Festival Iberoamericano de Circo) y en la que Cárdenas participará por primera vez.

“Quizás yo escogí los malabares para escaparle a la pobreza”

El joven chileno nació y se crió en un barrio “re humilde” de Puerto Montt, una ciudad a 12 horas de Santiago, en una casa que construyó su padre antes de irse a la capital, junto a un río, y donde compartía habitación con su hermano mayor.

“Quizás yo escogí los malabares para escaparle a la pobreza”, recuerda, y expresa que cuando sus compañeros de escuela iban a fiestas, él entrenaba en un parque próximo a su casa.

Tras un intento fallido de usar unas clavas (palos) que le llevó su hermano a casa, utilizó papel y cinta scotch para hacer sus propias pelotas y recuerda que “esa misma tarde” aprendió a hacer malabares.

“Cuando cumplí 11 años hice mi primer semáforo en la calle de Puerto Montt y dije ‘oye, con esto puedo empezar a generar dinero, para yo darme mis cosas, comprarme lo mío’”, explica en una entrevista con Efe, porque en casa no alcanzaba con el dinero que aportaba su madre.

“¿Solo valgo 15 dólares?”

Desde que empezó a acudir a los semáforos de su ciudad natal, Cárdenas no ha dejado de hacerlo, pero ahora lo hace en Santiago de Chile, donde vive desde los 18 años en una habitación alquilada.

Con ocho récords mundiales, ha tenido la oportunidad de competir en su disciplina en varios lugares del mundo. “Mis manos me han llevado a Estados Unidos, a viajar por Europa, a viajar por todo mi país”, dice.

Pero, aunque los malabares han sido su primera opción para ganarse la vida, asegura con firmeza: “Mi sueño es salir del semáforo” porque “ya llego a un punto en el que dices ‘¿solo valgo 15 dólares después de horas en la calle haciendo malabares en el semáforo?’”.

La dificultad de ser malabarista en Latinoamérica y sus expectativas

Para participar en el Festival Iberoamericano de Circo, el chileno se preparó solo en los semáforos de Santiago.

Ver la realidad de sus colegas de otros países y la suya, le hace pensar en que su vida podría cambiar “si solo existiera una oportunidad en la que alguien me viese y dijera: ‘a él lo tengo que traer acá y nunca más soltarlo’, ahí sería”.

“No es la misma dificultad para nosotros, que venimos de Latinoamérica, que la dificultad que tiene un malabarista de Suiza, de Noruega, de Estados Unidos”, lamenta.

Es la primera vez que Esteban participa en FiRCO y afirma que su expectativa es quedar conforme consigo mismo con su actuación.

“Tiendo a estar conmigo y abrazarme y decirme ‘sí, todo va a estar bien’ [porque] si no me digo yo que voy a estar bien, ¿quién me lo va a decir?”, concluye.

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