El folk polifónico ucraniano gana popularidad en el contexto de la agresión rusa

Marcel GascónKiev, 6 oct (EFE).- Una tarde cualquiera en un céntrico pub de Kiev, jóvenes vestidos con blusas y accesorios tradicionales escuchan a una banda de versiones de clásicos del rock como los Rolling Stones a la espera del plato fuerte: cantantes vestidos en el mismo estilo que interpretan a capela música folk polifónica.

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"Estamos asistiendo a una ola de gente joven que estudia esta forma de cultura, que aprende estas canciones y que crea nuevas bandas", dijo a EFE antes del concierto Uliana Osovska, directora de documentales e integrante de la plataforma Docutoloka.

Junto a sus compañeros de proyecto, Osovska hace viajes periódicos a pueblos de distintas regiones ucranianas en busca de gente mayor que cante estas canciones o conserve memoria de los tiempos en que lo hacían otras personas de su generación para compartir sus sentimientos y experiencias con una forma milenaria de expresión que requiere de varias voces.

"La gente que encontramos en nuestras expediciones etnográficas atesora un conocimiento muy antiguo que es importante preservar para que las generaciones jóvenes conecten con sus raíces, con su cultura", explicó la documentalista sobre su labor de conservación de una forma de arte popular que sufrió la marginación y hasta la persecución bajo el régimen soviético.

Osovska y el resto de integrantes de Docutoloka son un eslabón más en la cadena de rescatadores de un tipo de canciones transmitidas de forma estrictamente oral y que se habrían extinguido de no ser por los apasionados de la etnología, la cultura y la música preocupados de realizar grabaciones antes de que se extinguieran bajo la presión uniformizadora soviética.

Un resurgimiento ligado a la historia de Ucrania

Precisamente gracias a esos notarios de la historia que registraron una pequeña parte de un repertorio único en cada pueblo de Ucrania son posibles conciertos como el que seguía al de versiones de los Rolling Stones y otros grupos en el pub del centro de Kiev.

"Le debemos mucho a la generación que empezó a rescatar estas canciones a finales de la década de 1980, en el final de la Unión Soviética; era gente que iba por su cuenta y riesgo y se pagaba el viaje de su bolsillo para hacer las grabaciones que nos permiten interpretar estas canciones con la mayor fidelidad posible", contó a EFE Pavlyna Zapolska.

Ella es la cantante del grupo, que lleva por nombre 'Stantsia Syvash' ("Estación Syvash" en español).

Nacida en un hogar rusófono, como muchos otros ucranianos que hoy regresan al idioma de sus ancestros, Zapolska empezó a hacerse preguntas sobre la identidad de la que siglos de opresión y políticas culturales asimilacionistas rusas despojaron a sus abuelos cuando participó hace diez años en la revolución que tumbó al último presidente prorruso de Ucrania, Víktor Yanukóvich.

"Con esta música, con esta cultura, llegaron muchas respuestas", afirmó la cantante.

Ella aludió al testimonio incontrovertible sobre la identidad ucraniana de la población de todas las regiones del país que supone encontrar hasta en las zonas más rusificadas a ancianas que aún entonen en ucraniano canciones sobre alegrías y tristezas, sobre la vida o sobre temas que vuelven a estar de actualidad como la angustia por el joven soldado que va a la guerra.

Un fenómeno vinculado a la agresión rusa

Además de en conciertos en directo y en comunidades con inclinaciones artísticas y sensibilidad patriótica, el folk polifónico ucraniano se ha abierto camino también en las descargas más populares de plataformas como YouTube o Spotify y en las radios comerciales, al ser incorporado en música electrónica de algunos de los grupos más escuchados del país.

Osovska y Zapolska coincidieron en que el ascenso de este tipo de música entre los gustos de los ucranianos de hoy va ligado a los estadios de la agresión militar rusa contra Ucrania que empezó en 2014 con la anexión de Crimea y la declaración de dos enclaves prorrusos en Donetsk y Lugansk y que está ahora en su punto álgido con la invasión que empezó en febrero de 2022.

"Va y viene en oleadas, coincidiendo con cada acontecimiento, porque nuestra identidad es a la vez política, social y cultural y cada vez que nos hacemos preguntas volvemos a la cultura, a recuperar la cultura que nos robaron como a cualquier nación posimperial", reflexionó Zapolska.

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