Kishida, de 67 años, dimitió hoy junto a todo su Gabinete de Gobierno tras ejercer durante 1.094 días como líder del país, convirtiéndose en el octavo que más ha permanecido en el puesto tras la Segunda Guerra Mundial.
De este modo formalizó la renuncia que ya había anunciado a mediados el pasado agosto, con el objetivo de promover una "renovación" del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) y de asumir la responsabilidad por el escándalo de financiación irregular que sumió en una profunda crisis a la formación conservadora y hundió la popularidad del Ejecutivo de Kishida.
Del diálogo al rearme
Kishida (Tokio, 1957) llegó al poder con un perfil dialogante y moderado y con afán conciliador hacia las vecinas China y Rusia -países con los que Tokio mantiene disputas territoriales-, pero pronto se vio obligado a adoptar una línea más dura y atlántica.
La invasión rusa de Ucrania, el acercamiento entre Moscú y Pekín y el aumento de las tensiones en Asia-Pacífico, sobre todo alrededor de Taiwán, empujaron a Kishida a acelerar la aprobación de un plan para potenciar las capacidades militares niponas que ya había esbozado el exmandatario Shinzo Abe.
Este plan incluye elevar el gasto militar al nivel de países OTAN e intensificar la cooperación con este organismo, además de reforzar los tradicionales lazos con Estados Unidos y ampliarlos con Corea del Sur.
El fin de la deflación
En materia económica, el Gobierno de Kishida puede presumir de haber encarrilado a Japón hacia el anhelado círculo virtuoso de subidas de precios y de salarios acompañado de crecimiento del producto interior bruto.
Bajo su Ejecutivo, el país dejó atrás las llamadas "tres décadas perdidas" en las que una persistente deflación mantuvo a Japón estancado y cada vez más rezagado entre las grandes economías mundiales.
Kishida bautizó como "nuevo capitalismo" a su estrategia económica centrada en lograr una mayor redistribución de la riqueza al tiempo que se mantenían los estímulos económicos.
Durante su mandato, se implementaron en Japón las mayores subidas salariales en el sector privado en 33 años, superiores al 5 %; la Bolsa de Tokio alcanzó máximos históricos, y el índice de precios de consumo se situó de forma estable por encima del 2 %, lo que permitió al Banco de Japón acometer las primeras subidas de tipos de interés en 17 años.
Sucesión de escándalos
En clave nacional, la de Kishida ha sido una trayectoria política lastrada por los sucesivos escándalos que sacudieron a su partido.
El asesinato de Shinzo Abe en 2022 hizo que salieran a la luz los vínculos del PLD con la controvertida organización religiosa de la Iglesia de la Unificación, también conocida como la 'Secta Moon'.
Ante la avalancha de descontento popular por los 'favores' entre esa organización y el partido, Kishida se vio obligado a lanzar una investigación interna y una limpieza de su partido y su Gabinete.
Durante 2023 el primer ministro logró mejorar sus índices de popularidad gracias a la presidencia nipona del G7 y a la cumbre de líderes celebrada en la simbólica ciudad de Hiroshima, donde tiene raíces el mandatario.
Pero a finales de ese mismo año estalló un nuevo caso comprometedor para su partido: los 'cobros en negro' de las facciones o subagrupaciones del PLD lideradas por sus barones, entre ellos el propio primer ministro.
Llovía sobre mojado para los japoneses, que afrontaban precios crecientes con salarios estancados y un constante runrún sobre subidas de impuestos.
A raíz de ello, el índice de aprobación popular de Kishida llegó a caer al 15 % y la nueva purga de su partido no sólo no bastó para aplacar el descontento ciudadano, sino que, además, dejó al mandatario en una débil posición dentro de su formación que culmina con su renuncia.