El conservador Barnier, que hizo su primera visita como jefe del Ejecutivo al hospital Necker de París, trató de eludir la polémica sobre la legitimidad de su nombramiento y, en particular el hecho de que su continuidad está en manos de la extrema derecha. Aunque no quiso adelantar cuál será su línea política, porque la presentará en su primer discurso ante el Parlamento “a comienzos de octubre”, insistió en el mensaje que ya dio en su toma de funciones el jueves: “La situación es muy grave”, dijo.
“No quiero -añadió- aumentar la deuda financiera en nuestras generaciones futuras ni la deuda ecológica” y eso significa que “se pueden hacer progresos en la eficacia del gasto público y eso es lo que busco para preservar los servicios públicos”.
Una de los primeros retos con los que se va a topar el Gobierno que va a constituir en los próximos días es la elaboración de los presupuestos para 2025 en un contexto financiero particularmente tenso porque el déficit público creció el pasado año al 5,5 % del producto interior bruto (PIB) y la tendencia es que va a continuar este año y el próximo, cuando podría llegar al 6 %.
Barnier dijo que “no vamos a hacer milagros” y que hay que desconfiar de los que los prometen, pero al mismo tiempo señaló que “se pueden hacer progresos” y es lo que tiene intención de conseguir. Al ser preguntado sobre la afirmación del presidente de la Agrupación Nacional (RN), Jordan Bardella, de que es un primer ministro bajo vigilancia y de que ahora nada se puede hacer sin el partido de la extrema derecha, Barnier evitó responder.
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