El Gobierno colombiano hace justicia a las comunidades indígenas de la Amazonía

Jaime Ortega Carrascal La Chorrera (Colombia), 23 abr (EFE).- El Gobierno de Colombia pidió perdón este martes a cuatro pueblos indígenas de la Amazonía por la violencia de la que fueron víctimas durante los tenebrosos años de la fiebre del caucho, que puso al borde del exterminio a esas comunidades.

El Gobierno colombiano hace justicia a las comunidades indígenas de la Amazonía
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“Como Gobierno debemos mirarlos y pedirles perdón”, dijo el ministro de Cultura, Juan David Correa, en un acto celebrado en la localidad amazónica de La Chorrera, delante de la que fue sede de la Casa Arana, la industria cauchera del empresario peruano Julio César Arana que en las primeras tres décadas del siglo XX esclavizó y promovió el genocidio de miles de indígenas.

Correa recordó "la crueldad de unos hombres, encabezados por Julio César Arana, que se ensañó con este territorio", ante centenares de indígenas de los pueblos uitoto, bora, okaina y muinane congregados en el lugar.

La fecha escogida para el acto fue la celebración de los 36 años de la entrega a esas comunidades del resguardo Predio Putumayo, de cerca de seis millones de hectáreas, que el 23 de abril de 1988 hizo el entonces presidente colombiano Virgilio Barco en una visita al lugar.

"Les traigo mi saludo, les vengo a decir una buena noticia, una palabra de verdad: Por fin, la tierra que es de ustedes es de ustedes", con esa frase con la que hace 36 años Barco (1986-1990) restituyó oficialmente a los indígenas lo que les había arrebatado la Casa Arana, el gobernador del departamento de Amazonas, Óscar Sánchez Guerrero, expresó la importancia de ese momento.

Una nación en la selva

Con la creación del Predio Putumayo nació la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch), que administra ese vasto territorio selvático situado en el corazón de la Amazonía colombiana.

El acto coincidió además con el centenario de la publicación de la novela 'La vorágine', del escritor colombiano José Eustasio Rivera, que en 1924 asombró al mundo con su relato de las crueldades que la Casa Arana cometía en La Chorrera, donde según algunos datos fueron asesinados más de 60.000 indígenas sometidos a la esclavitud.

"Este lugar marcado por la tragedia nos enseña lecciones que no debemos olvidar", agregó el gobernador del Amazonas.

En la celebración, hombres y mujeres, jóvenes, viejos y niños de los pueblos uitoto, bora, okaina y muinane hicieron danzas tradicionales y tuvieron la oportunidad de dirigirse a las autoridades para reivindicar sus derechos.

Descendientes de los legítimos dueños

El catequista Reinaldo Giagrekudo dio la bienvenida en la lengua de los uitoto, tras lo cual todos cantaron los himnos de Colombia, del Amazonas y de La Chorrera, un caserío de unos 3.800 habitantes que en su mayoría viven selva adentro.

El presidente de la Azicatch, Ángel Eduardo Ceriyatofe, recordó que de esa asociación hacen parte 22 cabildos de los cuatro pueblos nativos que tienen su propio gobierno y gestión de recursos, aunque territorialmente están dentro del departamento del Amazonas.

"Nos autodenominamos los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce", manifestó Ceriyatofe, quien pidió "que se siga investigando porque hay cosas que no se han escrito todavía de lo que sucedió en los tiempos de la Casa Arana".

Además de 'La vorágine', las atrocidades de la industria del caucho fueron contadas en otra novela, 'El sueño del celta', del premio Nobel Mario Vargas Llosa, quien se basó en los informes que hizo Roger Casement, cónsul inglés en Río de Janeiro, que en 1910 viajó a la zona y denunció el régimen del terror.

"Estamos recordando esa gran lucha que tuvimos cuando perdimos nuestros territorios a manos de los caucheros Arana", aseguró el presidente de la Azicatch, quien dijo que "más que celebrar es recordar esos momentos y hechos que sucedieron" en la región.

Por eso, esperan que el Gobierno ponga sus ojos sobre esa región porque "se tiene que hacer una reparación".

A pesar del sufrimiento que han arrastrado, los uitoto, bora, okaina y muinane dieron una muestra de dignidad al subrayar que mantienen viva su cultura y tradiciones.

“No somos huérfanos, somos nietos de jefes, nuestros abuelos ejercieron autoridad sobre estas tierras”, expresó Edwin René Teteye, rector del internado y del colegio Casa del Conocimiento, los dos centros educativos de La Chorrera.

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