Ofensiva terrestre en Gaza, de alcance incierto por la seguridad de los rehenes

Más temprano que tarde el Ejército israelí va a entrar en Gaza con el objetivo de destruir a Hamás, pero la pregunta clave que estos días se hace la sociedad israelí radica en saber qué alcance tendrá esa ofensiva en términos políticos y de seguridad, sobre todo porque unas 220 personas permanecen como rehenes del grupo islamista.

Soldados israelíes cerca de la frontera con la Franja de Gaza, el pasado domingo.153212+0000 THOMAS COEX
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Desde que el pasado día 7 Hamás entró en territorio israelí y perpetró una acción terrorista sin precedentes que supuso la muerte de 1.400 personas y el secuestro de otras dos centenares, a nadie le cupo duda de que Israel iba a responder con una acción militar de gran alcance en tres fases, la primera de las cuales -los bombardeos aéreos a gran escala sobre Gaza- está plenamente en marcha.

De acuerdo con fuentes palestinas, unas 5.700 personas han muerto y otras 15.000 han resultado heridas por los bombardeos israelíes sobre Gaza.

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La segunda fase de esta amplia acción militar consistiría en operaciones terrestres de relativamente poca envergadura al otro lado de la Franja con la finalidad de destruir objetivos concretos de Hamás, señalizar objetivos potencialmente interesantes y, en la medida de lo posible, capturar o eliminar elementos hostiles del grupo islamista.

La tercera fase: ¿Qué se entiende por destruir a Hamás?

Rescatistas buscan sobrevivientes entre los escombros de edificios destruidos por bombardeos israelíes en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, este miércoles.

Esta es la gran pregunta que mantiene en vilo a la sociedad israelí y a los habitantes de la Franja, a los que se ha conminado a desplazarse hacia el sur para evitar las consecuencias de los bombardeos, y que, según la prensa local, parece haber provocado una fuerte discrepancia entre el Gobierno y el Ejército de Israel, al que apoya el ministro de Defensa, Yoav Gallant.

Mientras el Ejército afirma estar ya preparado para comenzar la tercera fase de la guerra, una operación terrestre a gran escala para aniquilar a Hamás, da la impresión de que el Ejecutivo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no se decide aún a darle luz verde pues sigue sopesando y analizando las posibles represalias que todo ello podría tener para los rehenes que siguen en poder de la organización islamista.

A nadie se le escapa que la destrucción de Hamás, o al menos su debilitamiento hasta dejarla prácticamente convertida en una fuerza residual “es algo que todo el mundo entiende en Israel, sobre eso no hay desacuerdos”, señala en declaraciones a EFE el general retirado Yossi Kuperwasser, experto en temas de seguridad e inteligencia.

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En opinión de Michael Milstein, investigador del Centro de Estudios de África y Oriente Medio, “es obvio que el ejército está ansioso por iniciar la ofensiva y parece estar preparado para ello”.

"Da la impresión de que se siente un poco frustrado por el retraso pero, por supuesto, obedecerá al estamento político y actuará de acuerdo con sus órdenes y estrategia", apunta.

A juicio de Harel Chorev, investigador del Centro Moshé Dayán de Estudios de Oriente Medio, el aspecto más interesante será “el alcance ofensivo que tendremos y si será capaz de eliminar definitivamente la fuente causante del daño”.

"El objetivo claro de esta guerra es destruir y eliminar totalmente a Hamás. Para Israel es necesario reparar el tremendo daño que le ha causado Hamás", afirma Chorev, que recalca que "esta operación no va contra el pueblo palestino, ni contra los civiles palestinos", pero "tenemos una cuenta pendiente los que entraron en Israel y tomaron parte en una orgía de sangre".

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Según Milstein "Hamás es una idea, por lo que no se puede borrar. Pero se puede causar graves daños y socavar su régimen. También se puede borrar su liderazgo y destruir su infraestructura política y pública, pero la organización seguirá existiendo incluso como una entidad más débil y más pequeña".

La apremiante seguridad de los rehenes

Según Kuperwasser, tanto desde el estamento militar como desde el gubernamental "se está buscando la mejor manera de llevar a cabo la operación con las mínimas bajas de nuestro lado, pero también de civiles palestinos".

Y todo ello sin perder de vista el grave problema humano, político, sociológico y de seguridad que supone la cuestión de los rehenes en poder de Hamás, por lo que, “dadas estas circunstancias, deberíamos dejar pasar más tiempo antes de intervenir con todo, incluso si el Ejército ya está preparado”.

El investigador Uzi Arad, del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, dijo a EFE que entre el Gobierno y el Ejército israelí “no ha habido discusión sobre cómo definir los objetivos exactos” de la operación en Gaza, pero sí se han producido “diferencias de opinión”.

"Al final hay que tomar una decisión, y creo que esta ha consistido en dar más tiempo a las negociaciones sobre la liberación de los rehenes. Esta es una cuestión humanitaria y apremiante", recalca.

A diferencia de los militares, que quieren intervenir ya porque se sienten preparados, “el primer ministro es más cauteloso en su posición, pero -reconoce- también es evidente que no se puede estar esperando mucho tiempo”.

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