La reserva indígena más diminuta de Brasil lucha por reivindicar sus derechos

Wallace Dias Sao Paulo, 17 abr (EFE).- Cerca de los rascacielos de Sao Paulo se abre paso la reserva indígena más pequeña de Brasil, inmersa en una batalla diaria por reivindicar sus derechos frente a la creciente especulación inmobiliaria. Sus habitantes esperan ahora que esa situación cambie con Luiz Inácio Lula da Silva en la Presidencia.

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La tierra indígena Jaraguá ocupa 1,7 hectáreas, menos de dos campos de fútbol, en la imponente capital paulista, un gigante de cemento que avanza poniendo en riesgo el conocimiento ancestral de los casi 800 miembros de la etnia guaraní que viven en su interior.

Seis aldeas con viviendas extremadamente precarias que recuerdan a las de una favela conforman este lugar, donde, a pesar de estar a pocos kilómetros del corazón financiero de Brasil, el Estado llega a cuentagotas.

CULTURA COMO FORMA DE RESISTENCIA

Con motivo del Día de los Pueblos Indígenas, que se celebra este miércoles en Brasil, las comunidades de Jaraguá organizaron un festival cultural para compartir su modo de vida con el "pueblo de la ciudad" y "fortalecer su autonomía".

Música, arte y moda como respuesta a una creciente "hostilidad" alimentada los últimos cuatro años por la retórica antiecologista del ahora expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), según denuncian sus habitantes.

"Estamos pasando por un proceso difícil porque están ocurriendo invasiones dentro de nuestro territorio. La especulación inmobiliaria es muy fuerte. Trae empresas que no respetan la consulta previa a la que tenemos derecho. Eso causa mucha inseguridad", denuncia a EFE el cacique Márcio Verá Mirim, de 38 años.

El festival incluyó visitas guiadas por las colmenas donde crían abejas nativas sin aguijón y un simbólico desfile de Irene Mendonça, del pueblo Guaraní Nhandeva, fundadora de la marca de ropa Kunhague Rembiapó Rendá, que significa "lugar en el que las mujeres hacen".

La pasarela fue un camino entre la vegetación y entre las modelos participantes estuvo Emilly Nunes, toda una sensación internacional después de desfilar para Diesel en Milán, y Txai Suruí, una indígena del estado amazónico de Rondônia que impactó con su discurso en la COP-26 de Glasgow, en 2021.

"Es importante que imágenes como estas lleguen a más personas para que los indígenas seamos más incluidos. Hay que abrir puertas", expresó a EFE Nunes.

Un mensaje reivindicativo en esta diminuta reserva que tiene como principal objetivo la tan deseada ampliación de sus territorios, paralizada desde hace años en algún cajón de Brasilia.

La reserva Jaraguá fue homologada oficialmente en 1987. En 2015 vieron una luz al final del túnel, cuando el Gobierno de Dilma Rousseff decretó la ampliación de sus tierras hasta las 532 hectáreas.

Faltaba solo la sanción presidencial para hacer realidad una demanda histórica, pero al año siguiente el Congreso destituyó a Rousseff por supuestas irregularidades en el manejo de los presupuestos.

Su sucesor, el liberal Michel Temer, apagó la alegría del pueblo guaraní al anular el decreto, alegando que se trataba de un "error administrativo".

Con la ascensión de Bolsonaro al poder en 2019 se terminó de enterrar toda esperanza. Durante su mandato de cuatro años, el líder ultraderechista prometió y cumplió no reconocer "ningún centímetro más" de tierras indígenas.

"La discriminación y la violencia contra los jóvenes de la comunidad vino con más fuerza en la gestión de Bolsonaro", recuerda Verá Mirim.

A LA ESPERA DE LULA

Los tiempos ahora son otros. Lula ha dado un giro radical a la cuestionada política medioambiental de Bolsonaro, quien incentivó la explotación de madera y minerales en tierras indígenas.

El líder progresista instauró el Ministerio de los Pueblos Indígenas y prometió reanudar "rápidamente" la creación de nuevas reservas, aunque cien días después de asumir el poder aún no se ha avanzado en esa dirección.

Sin embargo, Verá Mirim conserva la esperanza y afirma que la llegada de Lula "crea una expectativa" positiva.

Sostiene que sin la ampliación de sus tierras no es posible desarrollar la cultura de su pueblo, aumentar sus cultivos de forma sostenible, ni impulsar "proyectos socioambientales".

Solo así -asegura- podrán transmitir a las nuevas generaciones el conocimiento sobre los "árboles sagrados" o las abejas nativas sin aguijón que fortalecen su "espíritu" a través de "rituales, artesanías y pinturas".

"Todo viene de la esencia de estas abejas (...) Necesitamos preservar nuestro territorio", defiende Verá Mirim.

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