Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede en sustitución del español Joaquín Navarro Valls durante una década, hasta 2016, tras la elección de Francisco, recibe a EFE en la nueva sede de la Fundación Ratzinger, de la que es presidente, en un hueco entre sus compromisos de estos días tristes y llenos de recuerdos tras la muerte de Benedicto XVI el pasado sábado, a los 95 años.
"Padre Lombardi", como le conocían todos los periodistas, mantuvo una calma extrema y sorprendente a la hora de confirmar la histórica renuncia de Benedicto XVI.
"Para mí fue un gran experiencia, intensa, pero muy serena, sin particulares preocupaciones porque su actitud fue totalmente clara. Era evidente que había rezado mucho y que había profundizado mucho en la decisión, con humildad, y pensando en su responsabilidad ante la Iglesia", explica.
"Mi servicio fue explicar esto. Que no era una tragedia, que no había que sentir preocupación. Que era una decisión nueva, claro, para nuestra historia, pero que la posibilidad de renuncia estaba prevista en el Derecho Canónico y que no era algo revolucionario, sólo que hasta entonces nadie lo había utilizado", agrega.
Al padre Lombardi le tocaron vivir momentos tan convulsos como la traición del mayordomo personal de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, y su filtración de documentos reservados en lo que se conoció como el caso "Vatileaks".
"La sensación de infidelidad fue muy dolorosa para Benedicto XVI, pero pienso que para él y para la Iglesia fue mucho más grave el sufrimiento por los escándalos de los abusos sexuales" , señala.
El exportavoz vaticano considera "histórico" el "mérito del papa Benedicto en dar los primeros pasos necesarios para afrontar la cuestión, escuchar a las victimas personalmente, establecer nuevas reglas de Derecho para establecer la justicia y para empezar un profundo camino de prevención".
Lombardi recuerda "lo fácil" que hacía su trabajo Benedicto XVI, como en esos momentos tras las audiencias con los Jefes de Estado y de Gobierno y otras autoridades en los que se acercaba para saber qué tenía que contar: "Tenía una claridad sintética. Hemos hablado de esto y de esto. Para mí era de gran ayuda".
"Me acuerdo que tras el encuentro con Fidel Castro (La Habana, 28 marzo 2012) yo estaba muy preocupado. Tenía a todos los periodistas esperando con una gran expectación y temía lo que podría decir. Y sin embargo, él me explicó el contenido de la conservación, de la actitud de ambos durante el encuentro, en dos minutos. Era una característica maravillosa", recuerda.
Y agrega: "No he conocido nunca a otra persona tan clara y sintética en describir un problema, una cuestión, una respuesta. Era verdaderamente excepcional".
Para Lombardi, la herencia principal que deja Benedicto XVI es "su capacidad de expresar la fe en el mundo de hoy con una cultura muy profunda . Sus reflexiones teológicas de las grandes cuestiones del mundo de hoy son impresionantes, así como su servicio a la iglesia".
Fue un papa "con una gran coherencia personal, de servicio humilde y muy humano para la Iglesia" y destaca que "su personalidad nunca fue de ninguna manera unida al poder, sino siempre de servicio, y la renuncia al pontificado es la prueba clara de ellos".
"Él se puso delante de Dios y de su responsabilidad para la Iglesia y cuando vio que no tenía fuerzas para realizarlo todo de la mejor manera, cuando entendió que sus fuerzas no le bastaban para cumplir su misión, entonces renunció con gran humildad".
Para Lombardi, de 80 años, "el servicio de Benedicto XVI como teólogo, como pastor y como maestro de la enseñanza de la fe en el mundo de hoy es verdaderamente grande, profundo e histórico".
“Hay que reconocer que fue un don para la iglesia”, subraya.