“La causa de las protestas es América”, gritaron en la Universidad de Teherán los manifestantes, en gran parte hombres, tras el rezo de los viernes.
También lanzaron eslóganes a favor del líder supremo de Irán, Ali Jameneí, y el ayatolá Ruholá Jomeiní, además de los habituales “Muerte a América” y “Muerte a Israel".
“Yo estoy en contra de los disturbios, estamos en un país islámico y el hiyab es parte de las leyes”, dijo a Efe una manifestante de 50 años, ama de casa y madre de dos hijas.
“No estoy de acuerdo con que la gente decida si quiere llevar hiyab porque muchos jóvenes han muerto por la Revolución Islámica”, añadió.
El clérigo Esmaíl Pahlevan afirmó que los manifestantes “están atacando los chador (una prenda negra que cubre todo el cuerpo) de nuestras mujeres” en las protestas.
“Dios ha ordenado que las mujeres deben hijab y lo deben llevar”, dijo.
Estas marchas, que además de en Teherán se repitieron en otras urbes iraníes, son parte de la estrategia del Gobierno iraní para poner fin a las protestas por Amini, que han causado ya al menos 17 muertos en más de 20 ciudades.
En los informativos aparecen policías ayudando a personas o entregando zapatos a niños pobres y salen personas heridas dando testimonios de que han sido golpeados por manifestantes.
Las autoridades insisten en que las protestas están incitadas por el "enemigo extranjero" con la intervención de embajadas y servicios de inteligencia de otros países.
El Gobierno esta restringiendo fuertemente internet, con las redes móviles cortadas desde las nueve de la noche hasta por la mañana los dos últimos días.
La televisión estatal IRIB informó ayer de la muerte de 17 personas en los choques, mientras que grupos de derechos humanos con sede en Europa elevaron la cifra a 31.
Amini fue detenida el martes de la pasada semana por la llamada Policía de la moral en Teherán, donde se encontraba de visita, y fue trasladada a una comisaría para asistir a "una hora de reeducación" por llevar mal el velo.
Murió tres días más tarde en un hospital adonde llegó en coma tras sufrir un ataque al corazón, que las autoridades han atribuido a problemas de salud, algo rechazado por la familia.
Su muerte ha logrado galvanizar a miles de iraníes a través del dolor y la empatía, a diferencia de otras ocasiones en las que las manifestaciones se redujeron a fragmentados grupos sociales movilizados por la economía.