En la habitación número seis del segundo piso del hospital Shamir, cerca de Tel Aviv, repleto de árboles y flores, hay una persona y media.
Una es un guardia de seguridad israelí al que le cuesta incluso dirigir la mirada hacia los 38 kilos que quedan de lo que alguna vez fue Jalil Awawdeh, y que languidecen sobre una cama que representa la esperanza de cientos de presos palestinos detenidos como él: sin explicación, sin posibilidad de apelar y sin fecha de caducidad.
"Libertad o muerte", balbucea Jalil. Frena. Inhala. Los ojos como arrancados de sus cuencas, moviéndose descontrolados. Las extremidades deshechas hasta el hueso. Exhala. "Hasta el final".
Mientras el guardia de seguridad israelí interrumpe a los gritos la conversación con Efe advirtiendo -en violación de la normativa- que Jalil no puede hablar con periodistas, desde la cama sale un grito con forma de susurro: "Tengo el apoyo del pueblo palestino y de todo el mundo libre".
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Awawdeh, de 41 años, oriundo de Idna, en la zona de Hebrón en Cisjordania ocupada, y padre de cuatro hijas, dejó de comer el pasado 3 de marzo como protesta contra su quinto encarcelamiento en 20 años, que se presume se debe a sus supuestos lazos con la Yihad Islámica Palestina (YIP), considerado grupo terrorista por Israel. No es la primera vez que se embarca en una huelga de hambre.
Tres de sus cinco arrestos fueron bajo el régimen israelí de detenciones administrativas, que retiene actualmente a más de 720 palestinos -la cifra más alta desde 2008- en base a información secreta que no conocen ni sus abogados y que los mantiene presos por períodos de tres a seis meses, pero que pueden prolongarse de manera indefinida.
Tras el fuerte deterioro en su estado de salud, Israel "congeló" la detención de Awawdeh el pasado viernes, dando lugar a su hospitalización, donde ha podido recibir visitas aunque no la de sus padres y esposa, que no cuentan con el permiso israelí necesario para viajar desde Cisjordania.
En las últimas semanas, el caso de Awawdeh pasó de la esfera local a la regional tras exigirse su liberación como parte de las negociaciones entre Israel y la YIP que pusieron fin a otra sangrienta escalada de violencia de tres días, que dejó 49 palestinos muertos.
Según medios locales, su no liberación y el agravamiento de su salud han generado fuertes asperezas entre Israel y Egipto, que ejerció como mediador de la tregua.
INSTRUMENTO HISTÓRICO
Al interior de los territorios palestinos, y sobre todo entre la población carcelaria, su lucha ha evocado casos históricos de huelgas de hambre, que comenzaron hace más de 50 años.
"Las huelgas de hambre tienen una larga historia en los movimientos de presos palestinos", explica a Efe Sahar Francis, directora de la ONG palestina Addameer, que brinda apoyo legal a prisioneros.
"Desde el comienzo de la ocupación en 1967 y tras las primeras detenciones que no respetaban las necesidades básicas, los presos palestinos empezaron a hacer huelgas de hambre para conseguir cosas como colchones o lápiz y papel", agrega.
Desde entonces, han sido incontables las ocasiones en las que detenidos palestinos recurrieron a este método, incluyendo varios casos a comienzos de la pasada década de los años ochenta, en los que tres presos en huelga de hambre murieron tras ser alimentados a la fuerza por las autoridades israelíes.
Francis menciona el caso de una exitosa huelga colectiva en 2012 para diferenciar iniciativas individuales como la de Awawdeh de otras masivas, que cree han tenido un "impacto mayor". La proliferación de estas decisiones aisladas, sumadas al hecho de que quienes se embarcan hoy en huelgas de hambre consumen suplementos vitamínicos que las hacen mucho más prolongadas, le han quitado valor a este método de lucha, opina.
Del lado israelí, el debilitamiento de este instrumento es aún más claro, indica Guy Shalev, director de la ONG israelí Médicos por los Derechos Humanos (PHR).
"Al Gobierno israelí no le importa la vida de estas personas, solo le importa la presión, y si no hay presión no siente que tenga que hacer algo al respecto", señala.
"Los israelíes solían ver a los palestinos en huelga de hambre casi como a los atacantes suicidas, que estaban dispuestos a sacrificar su propia vida para desencadenar violencia en la región, pero ahora eso ya no pasa", añade, y destaca la poca reacción tanto local como internacional ante el caso Awawdeh, pese a protagonizar el ayuno más largo del conflicto.
Según Shalev, las detenciones administrativas suponen el caso más extremo de privación de libertad para palestinos, ya que "la falta de control es total" y solo les queda recurrir al "control de su propio cuerpo como forma de la resistencia más pura".