La casa de Mohammad Hasim, situada en el distrito birmano de Maungdaw, cerca de la frontera, no está lejos de donde ahora vive en los masificados campamentos de refugiados en Cox’s Bazar, en el sureste de Bangladesh.
"Casi se puede ver desde aquí. Todo lo que tienes que hacer es cruzar una colina en la frontera de Ukhiya para ir a mi pueblo", dijo a Efe Hasim al recordar el hogar del que se vio obligado a huir tras el inicio de la represión militar el 25 de agosto de 2017.
Ha transcurrido un lustro y a pesar de la corta distancia aún no ha podido volver, a la espera de un plan que otorgue garantías a esta perseguida minoría musulmana de que podrán regresar a Birmania seguros y con plenos derechos, al ser considerados apátridas.
"Sobre todo estoy preocupado por mis cinco hijos. No sé qué futuro les espera", añade Hasim, que en el campamento posee el título honorífico de majhi por su liderazgo entre los refugiados a la hora de buscar soluciones a sus problemas diarios.
A menudo debaten también cómo volver a casa, "pero no vemos ninguna esperanza", asegura, al escuchar "casi todos los días noticias de violencia en nuestro país. No creemos que sea seguro regresar ahora. Nadie podría darnos una garantía de seguridad".
Rashid Ahmed también malvive en los campamentos en una choza de 9 metros cuadrados de bambú, cubierta por una lona, con seis miembros de su familia. Todos duermen en el suelo, sin muebles, y las malas condiciones sanitarias hacen que las infecciones se sucedan.
"La vida es muy dura aquí, aunque soy feliz porque no temo por mi vida. En Myanmar en 2017 mataron a tres miembros de mi familia y quemaron nuestras casas. No quiero volver hasta que sea completamente seguro", explica a Efe.
Al igual que Hasim y Ahmed, la mayoría de los rohinyás creen que las condiciones actuales en Birmania no son las adecuadas para garantizar la vuelta de esta minoría a su país de origen, por lo que plantean su estancia en Bangladesh a largo plazo.
En este país de mayoría musulmana, frente a la budista Birmania, viven cerca de un millón de rohinyás, entre ellos unos 774.000 que escaparon durante la ola de violencia de 2017, una operación militar que la ONU calificó de limpieza étnica y posible genocidio.
Desde entonces el país asiático llevó a cabo hasta dos intentos de repatriación de refugiados a Birmania, que fracasaron ante la falta de garantías de ciudadanía o seguridad.
Condenados a esperar
“La repatriación es nuestra principal prioridad y esperanza, pero por falta de voluntad política no será posible en este momento”, señaló a Efe el director ejecutivo de la Asociación de Jóvenes Rohinyá, Khin Maung.
Los combates que se están produciendo entre el budista Ejército de Arakán (AA) y las fuerzas armadas "dan una señal de que la repatriación es imposible manteniendo nuestros derechos étnicos. Estamos muy frustrados por el retraso de la repatriación", remarcó.
El activista pro derechos de los rohinyá Win Naing agregó a Efe que tanto el Ejército birmano como los insurgentes nacionalistas budistas del Ejército de Arakán han estado en contra de la repatriación de esta minoría musulmana, a los que “extorsionan”.
La alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, tampoco pudo transmitir buenas noticias a los rohinyás cuando visitó los campamentos de Cox's Bazar la semana pasada.
"Desafortunadamente, la situación actual al otro lado de la frontera significa que las condiciones no son las adecuadas para los retornos. La repatriación siempre debe realizarse de manera voluntaria y digna, solo cuando existan condiciones seguras y sostenibles en Birmania", afirmó Bachelet al término de su visita.
Escaso progreso
Poco se ha podido avanzar en la repatriación de los rohinyás en Bangladesh desde el estallido de la violencia en 2017.
“Siempre soy optimista y estamos trabajando incansablemente en ello. Pero no hay mucho progreso. El nuevo gobierno de Birmania también acordó aceptar de vuelta a su gente tras la verificación, pero la realidad es que ninguno ha sido repatriado”, admitió a Efe el ministro de Exteriores de Bangladesh, AK Abdul Momen.
El pasado junio, Bangladesh dijo haber recopilado datos biométricos de unos 830.000 rohinyás que fueron entregados a las autoridades de Birmania para verificar su llegada al país, pero solo 58.000 fueron verificadas.
El escaso interés de Birmania en ofrecerle a esta minoría una vida digna en el país ha hecho que Bangladesh recurra a Estados como China, que tras la reciente visita a Dacca del ministro de Exteriores, Wang Yi, acordaron “facilitar” la repatriación de los rohinyá, pese a que varios analistas dudan de su sinceridad.
“El Gobierno de Birmania es el principal responsable de que la repatriación de los rohinyás aún no haya comenzado”, destacó el experto en relaciones internacionales bangladesí Shahab Enam Khan.
“Los militares consolidaron su poder en Birmania (desde el golpe de Estado del 1 de febrero de 2021), por lo que no hay presión interna sobre ellos. China y la India ven la crisis de los rohinyá desde su interés nacional, no desde un ángulo humanitario. Como resultado, no se ha podido llegar a un consenso”, sentenció.