En EEUU, una aldea sin red celular resiste la invasión digital

Vivir en una aldea sin red de telefonía celular “tiene un lado purificador” , dice Yvonne Wallech, residente de Green Bank, una pequeña localidad de Virginia Occidental a cuatro horas en coche de la capital de Estados Unidos, Washington DC, que atrae a aquello cansados de estar siempre conectados.

Yvonne Wallech en su tienda de regalos en Green Bank, West Virginia. Wallech ama el respiro digital y el sentido de comunidad en su pequeña ciudad de EE. UU., donde el servicio de telefonía celular está efectivamente prohibido y algunos los forasteros vienen en busca de esa tranquilidad.010027+0000 ROBERTO SCHMIDT
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Yvonne Wellech tiene Internet en su casa, pero tan pronto como se desconecta, se acaban los “dings” , “pings” y “rings” de las llamadas o notificaciones de los celulares. “Aclara las ideas” , dijo esta mujer de 59 años, dueña de una tienda de souvenirs.

La zona alberga desde hace más de 60 años el Observatorio de Green Bank, que necesita silencio de radio para poder observar las estrellas y agujeros negros.

Por ello el gobierno creó una “zona de calma” en 1958, para proteger las actividades del observatorio y también las de un sitio de la NSA, la agencia de inteligencia militar estadounidense.

Las ondas de radio están limitadas y restringidas a una superficie de casi 34.000 km2 en la zona de Green Bank y se desaconseja el uso de wifi.

La oficina de turismo aprovecha la situación y promociona la región como un reino de “desintoxicación digital definitiva” .

“En el mundo de hoy en el que no se puede pasar más de un minuto sin escuchar el pitido de un dispositivo electrónico, este es el lugar perfecto para escapar de todo” , afirma Chelsea Ruby, secretaria de Turismo de Virginia Occidental, en el este del país.

Promesa atractiva

Una promesa atractiva en momentos en que el 85% de los adultos estadounidenses dicen tener un teléfono inteligente y casi un tercio dice estar “casi todo el tiempo” en línea, según una encuesta del instituto de investigación Pew.

Nancy Showalter, una turista que vino a visitar el observatorio, se sorprendió de perder la conexión, aunque rápidamente comenzó a apreciar el silencio.

“Miras a tu alrededor, escuchas a los demás. Es maravilloso. Más gente debería hacerlo” , dice entusiasmada esta jubilada de 78 años de Indiana, estado del norte de Estados Unidos.

Pero a pesar de sus extrañas reglas y aislamiento en medio de colinas y bosques, Green Bank, con menos de 200 habitantes, está cambiando.

Según los lugareños, el internet inalámbrico se extendió en los últimos años y ni siquiera hubo sanciones, pese a que la normativa que impone multas de 50 dólares.

Junto con la construcción de hoteles y restaurantes, los precios de las propiedades en el condado de Pocahontas, donde se encuentra Green Bank, aumentaron casi tres veces más rápido que el promedio nacional a lo largo de la última década, según estimaciones.

“Pronto querrán un Walmart y otras cadenas de supermercados y todas las cosas a las que están acostumbrados” , se queja George Deike, residente de toda la vida, al aludir a la llegada de nuevos residentes.

“No se si todo el mundo tiene que ser así” , agregó este director de un centro ecuestre.

Peligros

No obstante, otros habitantes creen que el pueblo debería modernizarse.

Patrick Coleman, quien nació en Green Bank hace 69 años y es dueño de una posada, cree que la falta de cobertura telefónica es peligrosa.

“A las personas que viven aquí se les niega una red de seguridad” , pues un accidente en esta zona remota podría volverse muy grave si no se puede pedir ayuda, aseveró.

No entiende por qué la estación de esquí vecina, Snowshoe, cuenta con red de telefonía celular y Green Bank no.

Algunos vecinos que se instalaron en la localidad para disfrutar de la tranquilidad también relativizan la importancia de la normativa que rige las ondas telefónicas.

“Vine a buscar un lugar más tranquilo, sin wifi” , dice Ned Dougherty, un maestro de 38 años y nuevo residente, quien no obstante indica que hay otras formas de recuperar el control de su vida digital.

“No estoy obligado a usar mi teléfono, no importa dónde viva” , comenta. " Cambiar mi código postal no resuelve nada. Si quiero cerrar la sesión, tengo que hacerlo yo mismo. Y creo que todos sabemos que deberíamos hacerlo”.

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