Grzegorz Stanislaw W., un polaco de 38 años que trabajó por su cuenta en toda Alemania hasta su detención el pasado año, también está acusado de intento de homicidio de otras tres personas, robo, fraude y heridas corporales.
La fiscalía lo acusa de haber inyectado a sus pacientes insulina, que puede ser mortal en caso de sobredosis, para posteriormente robarles, principalmente, vino, detergentes, papel higiénico y escobillas de baño.
Él mismo con problemas de diabetes, podía adquirir la insulina con recetas. Según la acusación, actuaba en todo el país. El juicio se prolongará al menos hasta mayo de 2020.
Este caso recuerda al de Niels Högel, un exenfermero que sufría un “trastorno narcisista agudo” según psiquiatras, condenado en junio a cadena perpetua por la muerte de al menos 85 pacientes en dos hospitales de Baja Sajonia, región del noroeste de Alemania.
Entre 2000 y 2005, provocaba paradas cardiacas a los pacientes elegidos de manera arbitraria para tratar de reanimarlos después, esperando pasar por un héroe entre sus colegas. Los investigadores estiman que el número de víctimas podría superar los 200, ya que numerosos pacientes fueron incinerados.