“Al escoger centrarse en la Yihad Islámica, y no en Hamás”, Israel cambió “su política” de responsabilizar al grupo de cualquier acción procedente de Gaza, lo que le dio “un amplio margen de maniobra” para actuar “con moderación” y no contribuir a una mayor escalada, señala en el periódico israelí Yediot Ahronot Amos Yadlin, director del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional.
Hamás, movimiento islamista que controla de facto la franja palestina desde que tomó su poder en 2007, y cuyas milicias son las que tienen más capacidad militar, ha sido usualmente el objetivo de los ataques de represalia israelíes en las comunes escaladas que se repiten en la zona desde 2018, pero no fue así esta vez.
El blanco fue Yihad Islámica, otro grupo islamista con fuerte presencia en Gaza, y cuyas milicias, los Batallones Al Quds, son las segundas con más poder y armamento del enclave.
Israel sorprendió el pasado martes por la madrugada con un ataque selectivo que mató a su líder, Bahaa Abu Al Ata, al que señala como responsable de varios ataques contra su territorio.
Con esta acción volvió a su viejo método de atacar de manera selectiva a líderes que ve peligrosos para su seguridad, que no hacía en Gaza desde 2014.
La operación desencadenó una oleada de casi medio millar de cohetes que las milicias, con Yihad Islámica delante, lanzaron contra Israel durante más de dos días, tras lo que este respondió con intensos bombardeos de represalia que han provocado 34 muertos, la mayoría milicianos, hasta calmarse la situación esta mañana con un alto al fuego mediado por Egipto y Naciones Unidas.
Según Yadlin, pese a los graves daños sufridos en Gaza, que hoy enterró con tristeza a sus últimos fallecidos, y donde reina un panorama de edificios destruidos con columnas de humo de los recientes bombardeos, Hamás salió “ileso” del golpe e incluso “se benefició” en su cometido de afianzar su poder en el enclave.
“Israel y Hamás, pese a la hostilidad y el gran conflicto entre ellos, comparten el interés común de intentar evitar una escalada” que podría poner en jaque sus acuerdos de calma de larga duración.
Para algunos analistas, la estabilidad asegura a Hamás la capacidad de mantener el poder en Gaza pese a las presiones de ciertos sectores de población que le piden acciones más contundentes para acabar con el bloqueo israelí, una voluntad que se manifiesta cada viernes en las manifestaciones semanales en que miles de personas protestan ante la línea divisoria con Israel.
Según explica a Efe el analista gazatí Mustafa Sawaf, cercano a Hamás, sus milicias sí tomaron parte en la reciente escalada, pero tuvieron un papel secundario y no lo anunciaron “oficialmente”.
Hamás, asegura este palestino cercano al grupo, “actúa con más prudencia” al calcular con estrategia “cuando empezar la batalla y cuando no sumarse a ella”, y remarca que pese a los daños sufridos, Yihad Islámica ha conseguido “dar una dura lección a Israel que ha mantenido a millones de israelíes en sus casas y refugios”.
En opinión de Adnan Abu Aamer, profesor de Ciencias Políticas en Gaza, las recientes acciones israelíes pretenden “inflamar las disputas entre las facciones de la resistencia palestina” y crear una mayor inestabilidad.
Sin embargo, para las autoridades israelíes, su cometido en el enclave se centró exclusivamente en el ataque selectivo contra Al Ata, al que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, calificó como una “bomba de relojería”.
Según remarcó esta tarde, tras haber cumplido esta misión, Israel da por terminada sus acciones en el enclave.
“El objetivo de la operación era llevar a cabo un ataque selectivo de un comandante”, al que se quitó del mapa “junto con docenas de terroristas e infraestructuras importantes de Yihad Islámica”.
“Nuestros enemigos captaron el mensaje: podemos alcanzar a cualquiera”, concluyó el jefe de Gobierno en funciones.