Un gráfico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) permite constatar que de 1988 a 2008 las áreas deforestadas de la Amazonía brasileña siempre se situaron por encima de los 11.000 km2 anuales, con picos por encima de los 20.000 en cinco ocasiones (1988, 1995, 2002, 2003 y 2004) .
En 2005 se inicia una clara reducción y a partir de 2008 el desmate nunca superó los 10.000 km2, alcanzando un mínimo histórico de 4.600 km2 en 2012.
La tendencia volvió a invertirse en los últimos años: en 2016 hubo 7.500 km2 de selva deforestada y “la estimación para 2019 es de algo cercano a los 10.000 km2” , afirma Moutinho, del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM) , una organización científica no gubernamental.
“Antes de 2005, se combinaban dos cosas: los periodos de sequía impulsados por El Niño” , que multiplica los incendios de épocas de sequía, “y la tentativa de avanzar en la expansión agrícola” para satisfacer la demanda interna y externa de commodities, agrega.
En las últimas tres décadas, hubo dos eventos de El Niño calificados como muy intensos (meganiños) , en 1997-98 y en 2004-2006. También hubo Niños de intensidad media en 2002-2003 y 2009-2010.
En 2003-2004 hubo además “una presión muy grande del mercado externo, que tenía precios muy altos” de los productos agropecuarios y “mucha especulación con tierras” .
Políticas públicas
La presión se redujo a partir de 2005 y la tendencia se refuerza con políticas públicas.
Mourinho cita entre ellas “la creación de áreas protegidas; las campañas contra la deforestación ilegal con el encarcelamiento de los deforestadores; la creación de una lista negra de municipios con mayor desmate, sometidos a embargos de bienes; y la no concesión de créditos bancarios a los deforestadores ilegales” .
Y destaca que pese a la desaceleración de la deforestación, Brasil “creció en la productividad de carne y granos” en tierras ya en uso de la región amazónica durante en esos años.
En los últimos años hubo un “aumento gradual” de la deforestación y con la llegada de Jair Bolsonaro al poder en enero de este año se produjo “un cambio de la visión gubernamental, con la desmovilización de políticas públicas de combate a la deforestación” , señala el investigador.
El problema no es el fuego
Mourinho hace notar que en la época estival suele haber muchos incendios de tierras ya deforestadas y que lo preocupante del alto número constatado este año no es tanto la cantidad como que “la mayoría son incendios de deforestación” .
“El problema no es el fuego, es el origen del fuego”, señala.
Este año ya se produjeron más de 80.000 incendios en Brasil (un alza de caso 80% respecto a 2018). Más de la mitad de los focos (52%) se registraron en la región amazónica.
Las políticas de protección de territorios y poblaciones amazónicas se fueron implementando desde el retorno a la democracia en 1985, ya sea con presidentes de derecha, de centro-derecha o de izquierda.