Beber muy poca cantidad de líquidos, apartar el salero de las comidas y evitar los alimentos que contienen fósforo y potasio son algunas de las medidas que deben adoptar los enfermos renales para prevenir el desarrollo de otras enfermedades asociadas e importantes.
Más de 500 millones de personas en todo el mundo, el equivalente al 10 % de la población adulta, tienen alguna enfermedad en los riñones. Entre las personas de más de 20 años, el porcentaje de afectados sube al 13 % y el 4 % registra insuficiencia, lo que significa que sus riñones han dejado de funcionar de manera correcta.
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Los riñones son órganos de suma importancia para el organismo ya que realizan dos funciones cruciales -excretora y endocrina- y, cuando enferman, pueden desarrollarse numerosas enfermedades. La diabetes, la hipertensión y los problemas del corazón son algunas de ellas. Los problemas del riñón tardan años en desarrollarse y se detectan cuando los afectados no orinan u orinan menos cantidad. La enfermedad renal no se desarrolla de repente, a no ser que haya un tumor, sino que es progresiva.
A pesar de que la mayoría de los casos son de origen desconocido, otras veces sí se conoce la causa. La diabetes es una de ellas y una de sus complicaciones es la nefropatía diabética, que ocurre por una alteración de las arterias del riñón y provoca que deje de funcionar.
Personas en riesgo
El fuerte impacto que puede suponer el fallo de un riñón para la salud general del organismo debería ser motivo suficiente para que quienes estén en situación de riesgo acudan al médico y se sometan a una prueba muy sencilla para detectarlo.
Por ejemplo, las personas diabéticas, hipertensas, obesas, quienes ingieren grasas saturadas, no practican ejercicio físico o fuman. Los factores de riesgo para el corazón también los son para el riñón.
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La presencia de niveles de albúmina en la orina más elevados de lo normal es un signo de que los riñones fallan. Esta detección temprana es crucial, ya que la enfermedad implica muchas restricciones en la dieta de los afectados, además de otras medidas, y repercute de manera notable en su calidad de vida.
Restricciones alimentarias para cuidar el riñón
Aun en estadios iniciales, esta patología implica la adopción de varias restricciones alimentarias. Estos cuidados son necesarios para evitar que la disfunción renal cause más alteraciones en el organismo: evitar beber mucha agua y líquidos, retirar la sal y los productos que la contengan, y evitar los alimentos con fósforo y potasio.
Agua y líquidos. Los pacientes renales pueden beber muy poco, solo 500 centímetros cúbicos más del volumen total que orinan, que puede variar de unas personas a otras. Esta cantidad se refiere a la ingesta total de líquidos y, por lo tanto, incluye la leche, la sopa y los alimentos que lo contienen, como la fruta, que en un 80 % de su composición es agua.
Sodio. La sal debe desaparecer de las comidas por dos razones: porque aumenta la sed y porque, al no poder eliminar el sodio del organismo, es posible desarrollar hipertensión. Para prevenirlo, hay que retirar el salero de la mesa, no salar los alimentos ni comer otros con mucha sal, como los embutidos, las latas de pescado o de aves, los ahumados, el jamón o los platos precocinados.
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Potasio. Los alimentos con potasio son nocivos para los enfermos renales porque pueden provocar arritmias cardiacas e, incluso, paros cardiacos. Entre ellos figuran la banana, la frutilla, la naranja, el melón, el kiwi (en general, los alimentos que contienen vitamina C), todos los frutos secos, las papas fritas o algunas gaseosas cola.
Para compensar, se pueden tomar frutas en almíbar o en compota (siempre que no sean diabéticos), pero sin beber el almíbar ni ingerir la compota, sino solo las frutas secas. Esto se debe a que el potasio es hidrosoluble, por lo que se queda en el jugo en almíbar y en la compota e, incluso, puede permanecer en el líquido de la cocción de las verduras y las legumbres, que se deben colar para eliminar bien el agua.
Fósforo. En caso de insuficiencia renal, se debe evitar el fósforo porque se daña el metabolismo del fósforo-calcio, se desarrollan problemas óseos y se calcifican las partes blandas, a la vez que se altera la parathormona, debido a la cual se puede desarrollar hiperparatiroidismo secundario a la enfermedad renal. Esto se debe a que aumentan mucho los niveles de la hormona paratirodea. En general, todos los alimentos con proteínas contienen fósforo. Entre ellos figuran el queso, el yogur o el pescado.
Fuente: consumer.es