Se acerca fin de año y las fiestas son como un pozo sin fondo de gastos. Los regalos, las reuniones de camaradería, los viajes al interior para visitar parientes, las cenas de Navidad y Año Nuevo. En estas fechas las tarjetas de crédito echan humo y pareciera que nada podemos hacer para evitar los gastos.
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Las fiestas de fin de año son un tremendo dolor de cabeza para los jefes de familia. La Navidad implica un desembolso de dinero considerable en regalos y, sobre todo, comida y bebida. Además de comprar los dulces típicos, turrones, pan dulce, frutos secos, etcétera, solemos preparar platos con ingredientes cuyos precios indefectiblemente aumentan para estas fechas: el pavo, el lechón, la pierna de cordero, el salmón… Y ni qué decir de las bebidas, cerveza, vino, sidra, champán… Casi no podemos resistirnos a despedir el año sin brindar con una bebida alcohólica, por lo cual podemos comenzar a comprar y guardar todo lo que sabemos de antemano que vamos a necesitar.
Cómo ahorrar en fiestas de fin de año
En esta época es cuando deberíamos hacer el mayor esfuerzo en recorrer varios lugares para comparar precios antes de comprar. Algunos consejos:
Cuidado con las “ofertas gancho” de productos muy baratos, que en muchas ocasiones pueden llevarnos a gastar más en otros artículos. Es mejor recorrer e identificar los lugares donde realmente está más barato y comprar “solo eso” en cada lugar.
Aprovechar los días de descuento en cada rubro y en cada supermercado, y comprar de más, de manera de poder guardar o congelar lo que nos sobre.
En ocasiones, “lo barato sale caro” y compramos demasiada cantidad de baja calidad que luego debemos descartar o tirar.
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“Lo mejor” no siempre equivale a “lo más caro”. Tampoco hay que confiar ciegamente en las grandes marcas, pues en ocasiones su fama no se corresponde con la realidad de alguno de sus productos.
Lo ideal es ir haciendo nuestra “compra maestra” con los productos que nos gustan, aprendiendo a probar productos nuevos de calidad, que sean lo más naturales posibles, que no estén especialmente publicitados (el precio de la publicidad siempre incide en el producto). Es mejor tomar un buen aceite de oliva virgen extra en pequeñas cantidades que un aceite mediocre, que siempre nos rendirá menos, resaltará menos el sabor de los alimentos y será peor para nuestra salud.
Recorrer los tradicionales mercados de abasto, el agroshopping y las ferias callejeras para elegir ingredientes frescos de estación, y encontrar buenos precios y la mejor calidad, aprovechando para comprar al por mayor.
No derrochar. Intentar evitar la tentación de la publicidad que inunda todos los lugares para no caer en el sobreendeudamiento. Así evitaremos sorpresas cuando consultemos nuestro saldo en el banco. Para los que tengan menos fuerza de voluntad, medidas como poner límite a la tarjeta de crédito durante todo este periodo puede ser una buena solución.
Guardar las facturas y tiques de compra para evitar un disgusto añadido al de encontrar que lo que hemos comprado está roto o tiene mal aspecto.
Congelar los alimentos sin miedo, ya que los productos descongelados adecuadamente mantienen las mismas características que los frescos.
No congele todo apretujado y de mala forma. Lo mejor es congelar de forma individual, envuelto en varias vueltas de papel film y siempre en posición horizontal de forma que siempre estén lisos y no se queden doblados. Una vez que se hayan congelado, se pueden mover las piezas a otro cajón todas juntas.