–¿Cuáles fueron las principales determinaciones que tomó?
–Como era completamente nuevo, empecé con los sacerdotes. Me preocupé por los futuros sacerdotes para que tengan la mejor preparación posible. Hice muchas visitas pastorales. Los grupos y movimientos laicos siempre acudían a mí y de esa manera tenía mucho contacto. Me llamó la atención la cantidad de comunidades de retiro y el concepto que eran casi todos de inspiración carismática e independiente. Y finalmente las finanzas, que eran también una preocupación.
– ¿Qué fue lo más llamativo que encontró en cuanto a las finanzas?
–Estaban en negativo total, con muy poca documentación sobre el periodo anterior. Hicimos un corte administrativo, después intentamos juntar algunos datos más, para saber en qué estábamos. Era una deuda considerable que tuvimos que cubrir poco a poco, después de unos años, pudimos saldar.
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–Usted asumió en un momento difícil ¿Cómo está actualmente la diócesis?
–Hay bastante unidad de corazón, de confianza mutua. Nunca es del todo el cien por ciento, pero nos hemos unido más. Hay nuevos grupos de líderes, también entre los sacerdotes que están haciendo un hermoso trabajo. Era difícil el cambio en el seminario. Hemos llegado nuevamente a un nivel considerable de seminaristas, comparando con otras diócesis.
–¿Cuántas comunidades fueron suprimidas?
–La diócesis tiene unas 25 comunidades religiosas, entre ellas, hay dos diocesanas que son de fundación reciente y antes eran 14. Doce desaparecieron, la mitad de ellos por decisión propia. No tuve que intervenir y las otras seis comunidades tuvimos que estudiar el caso, prestar mucha atención. Fue un proceso muy largo hasta llegar a estas dolorosas decisiones.
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–¿Cuáles eran las falencias que se detectaron en esas comunidades?
–No había un patrón común. Algunas veces eran simplemente una falta de organización, no eran viables. Con el tiempo quedaban con solo tres miembros, a veces tenían demasiada dependencia de un solo líder que no cambiaba. Otras veces, en cuanto a la comunión con la Iglesia, se revelaba un espíritu muy dependiente.
–¿Cómo está la religión católica en esta amalgama de creencias?
–En general existe una convivencia bastante pacífica. Hay musulmanes, budistas; hay diferentes grupos evangélicos, pero sin demasiadas polémicas. Siempre existen sectas en todas partes, pero no lo vemos como un gran problema. Lo que falta es un buen ecunemismo, de encontrarnos y conocernos mejor.
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–¿En estos días se formalizará la creación de la nueva diócesis de Canindeyú, que se independiza de CDE; cuál es su opinión al respecto?
–Estamos muy contentos con esta decisión porque Ciudad del Este y otras ciudades vecinas absorben mucho, y no llegamos eficientemente a lugares lejanos como Salto del Guairá, Katueté, Villa Ygatimí, entre otros. Es muy bueno que se haya tomado esa decisión desde Roma.
–De acuerdo al Derecho Canónico, los obispos deben presentar renuncia cuando cumplen 75 años; considerando que cumplió la edad ayer, ¿va a presentar su renuncia al cargo o recibió alguna instrucción distinta?
–La carta está firmada, eso pasa por el nuncio y luego pasa al Vaticano. Se pone en conocimiento del Papa a través de sus consejeros, y estoy esperando la respuesta. Eso puede tardar unos 15 días a un mes y después me van a dar la respuesta. En cuanto al posible sucesor, no he visto ni me he enterado de ningún movimiento en ese sentido, todavía no hay nada.
Preocupación por la violencia
Unas de las grandes preocupaciones del obispo de Ciudad del Este, monseñor Guillermo Steckling, son la violencia, los abusos y la inseguridad. En esta parte de la entrevista dejó sentada su postura sobre estas cuestiones sociales.
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–¿Qué opina sobre la escalada de violencia, sobre todo aquí en CDE?
– La violencia es algo que pertenece a una parte de la naturaleza del ser humano, sin embargo creo que se pueden hacer cosas en contra, como la vigilancia de la Policía, de los organismos de seguridad, la mejoras de condiciones de vida, para los más vulnerables que a veces no saben qué hacer y se meten en cosas ilícitas. También una lucha directa contra las mafias que se han establecido. La Iglesia debe trabajar en esto con una formación ética básica, comenzando con los diez mandamientos. Esto es un gran desafío que solamente la población, en forma conjunta y en solidaridad, puede atacar y superar.
–¿Hay acciones específicas desde la diócesis para combatir los abusos contra menores de edad?
–Hemos comenzado por casa, se puede decir. Lo primero que conviene hacer es escuchar a la víctima, tomarla muy en serio. No minimizar, no hace falta explicar demasiado porque es una tragedia. Luego tomar las medidas que deben tomarse sin contemplación de personas. Otro campo muy importante es la prevención. Existen protocolos de comportamientos en el ámbito eclesial. Yo solamente puedo animar a la gente abusada a denunciar donde corresponda. Que tengan el valor de presentar la cara y de firmar un papel porque en algunos casos no hemos podido actuar por falta de las denuncias.
–¿Cómo ve la situación política a nivel país?
–El Paraguay es un país rico en recursos. El clima que permite entre dos a tres cosechas al año. Pensemos en Itaipú, Yacyretá y la gente es muy talentosa. Hay muchos valores que no queremos reconocer; valores de solidaridad y de fraternidad que son riquezas muy grandes y eso hay que fomentar. Para mí los desafíos son la educación, salud, el apoyo a las pequeñas economías, la agricultura, las pymes. Y luchar contra grupos que están al margen y quieren aprovecharse. Tenemos que tomar en serio estas realidades, si no iremos al caos y más violencia.
–¿Qué mensaje le gustaría dar a la feligresía?
–Este domingo es, según la ley nacional, el día de la familia. El mensaje sería fortalecer los lazos familiares y darle una profundidad espiritual. Desde nuestra fe la familia tiene una profundidad espiritual muy grande porque la vemos como imagen de Dios. Vemos el matrimonio a la unidad que hizo Dios con la humanidad y al mismo tiempo es uno de los grandes valores que fortalecen todo el Paraguay.