Eran las 11:00 de la mañana y como todos los días Claudio Ariel Paiva Vergara (19) había salido de su casa, ubicada en el entonces Km 25 de Minga Guazú, para recorrer a pie un trayecto de 2.000 metros hasta la escuela. Tenía 8 años cuando a mitad del camino un conductor al mando de un automóvil y en estado de ebriedad lo embistió, dejándolo malherido.
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Paramédicos de una ambulancia que pasaba por el lugar le hicieron los primeros auxilios. Sin embargo, no lo pudieron trasladar a un hospital porque ya llevaban a un paciente. Tras ser avisada por vecinos, poco después llegó su madre, Teresa Vergara. Lo que se encontró fue a su hijo tirado en el suelo y al irresponsable chofer, quien seguía “cerveceando”. Éste nunca se hizo cargo de los gastos del accidente que provocó.
Tras un buen rato de espera, la víctima fue subida a la carrocería de una patrullera y trasladada hasta el Hospital Distrital de Minga Guazú. “Doctor ¿ndojetrozamo’ai la che retyma, ajépa? Che ajugasé la partido”, fueron las primeras palabras del niño al ver al médico.
De allí fue rápidamente trasladado al Hospital Regional de Ciudad del Este para recibir una atención más especializada. Había perdido mucha sangre y su estado era bastante grave. Su madre recuerda que los médicos le habían dicho que debería trasladar al niño hasta un sanatorio privado con UTI, ya que allí todas las camas estaban ocupadas.
Sin ni un guaraní en el bolsillo, lo único que se le ocurrió fue pedirle a Dios que le presentara una solución si es su voluntad que su hijo siguiera con vida. Pocos minutos después le comunicaron que uno de los equipos de terapia se había liberado.
Era inminente la amputación de una de sus piernas, pero la madre no aceptaba esa opción, por lo que no autorizó a los doctores a proceder con la cirugía. Hasta que fue advertida, al cabo de cuatro días, de que su hijo no resistiría. Finalmente tuvo que ceder.
Una semana después fue llevado hasta un hospital de Itauguá, donde estuvo 25 días en la unidad de cuidados intensivos. La mujer recuerda que en ese tiempo tuvo que regresar a Minga Guazú para vender su casa y así llevar un poco de dinero para correr con los gastos, ya que salud pública no garantiza la gratuidad total de medicamentos ni insumos, en la mayoría de los casos.
Fueron en total tres meses viviendo en el departamento Central, hasta que obtuvieron el alta. En horas de la noche estaban organizando sus cosas para volver al Alto Paraná, cuando Claudio se volvió a sentir mal y tuvo que ser intervenido de urgencia, esta vez por apendicitis. Algunos días después, tras su recuperación finalmente volvieron al Este.
Sin techo, madre e hijo fueron abrigados por familiares, quienes le cedieron una pieza para vivir y empezar de cero. Hoy en día, residen en el Km 10 Acaray, a unos 5.000 metros de la ruta PY02.
Mientras los años pasaban, el niño crecía sano y fuerte, a pesar de que le faltaba parte de una pierna. Esto provocó el bullying, las burlas y comentarios fuera de lugar de otros niños y hasta de adultos, situación que se da hasta hoy en día, a sus 19 años. “Che apena’y hesekuéra”, dijo el joven.
Piki vóley
Desde pequeño, el deporte ha sido la gran pasión de Claudio, incluso después del accidente. A los 10 años volvió a jugar fútbol, con muletas bajo el brazo, luego siendo adolescente pasó por el vóley hasta que se entusiasmó con el piki vóley.
Actualmente en la región es bastante conocido en el ámbito del futvóley, como también es conocida esta rama deportiva. La gente, se queda asombrada al verlo jugar, por su talento, destreza y agilidad. Sus muletas son sus principales aliadas, aunque a veces también lo hace sin ellas, demostrando un equilibrio sinigual sobre una pierna.
“Suelo jugar en torneos, me llaman para ir a Asunción, Emboscada, Itauguá y acá por la zona. A Buenos Aires una vez me invitaron, pero no pude ir porque no tenía plata para costear el viaje”, dijo al tiempo de agregar que a veces le pagan por los partidos.
Sin dinero para las terapias
Claudio y Teresa le contaron a ABC que la falta de recursos económicos ha sido uno de los mayores problemas para que el joven pueda recibir un tratamiento adecuado. Comenta que por medio de una donación accedieron a una prótesis, pero que no se adapta a la pierna, por lo que necesariamente debe realizar sesiones de fisioterapia.
Este es su principal pedido, que alguna institución o personas solidarias le ayuden a costear los gastos de estas sesiones para que finalmente pueda dar uso a su prótesis. Para ese fin ponen a disposición el contacto 0985 437 516.
Con ganas de estudiar
La situación económica tampoco le permitió seguir con sus estudios, Claudio tuvo que dejar el colegio, juntamente con la llegada de la pandemia, que redujo al mínimo los ingresos del hogar. Hoy sobreviven de lo que la madre junta con la venta de empanadas.
Antes del covid, Claudio llegó a terminar un curso de cajero y se proyectaba a concluir la secundaria, con el propósito de ingresar a la universidad. Sabe de la importancia de la preparación académica para salir adelante, por eso su mayor deseo es concluir una carrera. Sostuvo que a la par le gustaría conseguir un trabajo para ayudar a su familia.
Sueño de conocer a Roque
El joven comentó que desde pequeño siente una gran admiración por el futbolista Roque Santa Cruz, en quien se refleja y que uno de sus sueños es poder conocerlo. Agregó que su éxito y la forma en que ha sobresalido en el deporte le sirven de inspiración para no rendirse. Lamentó no haber tenido oportunidad de acercarse a él ni poder asistir a alguno de sus partidos.