Como alternativa a la hegemonía de Marvel dentro del paisaje cinematográfico aún dominado por las adaptaciones de cómics, el “universo extendido” de DC Comics ha sido muy inconsistente desde sus inicios, pero no le han faltado grandes aciertos como la primera película de Mujer Maravilla, el semi reinicio de Escuadrón Suicida de James Gunn y en particular las excelentes Aquaman y Shazam. Lastimosamente no se puede contar a Black Adam como uno de esos aciertos.
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Hace miles de años en la nación ficticia de Kahndaq, el esclavo Teth-Adam (Dwayne Johnson) recibió los poderes del mago Shazam y los usó para acabar con el tiránico rey que oprimía a su pueblo, convirtiéndose en una figura de leyenda. En la actualidad, Kahndaq sigue bajo opresión de una fuerza militar que busca una antigua reliquia, una corona que podría darles poderes inimaginables, y Adrianna (Sarah Shahi) una arquéologa que intenta recuperar la corona acaba liberando a Teth-Adam de su encierro de milenios.
No hay nada que Black Adam haga de una forma particularmente terrible. De hecho, el problema es que no hay nada que la película haga de ninguna forma que pueda considerarse extraordinariamente buena o mala; es uno de los ejemplos más puros en años recientes de mediocridad desechable que ha producido Hollywood.
La nueva adición al universo extendido de DC adolece de una terminal falta de originalidad, buscando llenar los huecos de creatividad en su guion prestando y robando descaradamente de un buen número de fuentes, desde la pálida fotocopia de la dinámica entre John Connor y el T-800 en Terminator 2 que intenta recrear con Adam y Amon (Bodhi Sabongui), el hijo de Adrianna; hasta tomar ideas y personalidades directamente de las películas de Marvel Studios, con un Atom Smasher (Noah Centineo) que poco hace para distinguirse de Ant-Man en poderes y personalidad; y un Doctor Fate (interpretado por un comprensiblemente desinteresado Pierce Brosnan) que tiene prácticamente el mismo rol en esta película que el Doctor Strange tenía en las dos últimas Avengers.
Los personajes originales obviamente no son plagios ni nada por el estilo, pero estas versiones cinematográficas dan la impresión de una recaída de DC en su hábito de intentar copiar el éxito de Marvel y aplicarle un filtro de “oscuridad” encima.
Y aquellos personajes que no son calcos de Marvel Studios son aburridos por mérito propio. Dwayne Johnson da otro paso en su aparente cruzada por borrar todo rastro del actor interesante que surgió en la década del 2000 y brilló en filmes como Southland Tales de Richard Kelly o Sangre, sudor y gloria de Michael Bay, e interpreta a Adam casi exactamente igual a los demás héroes o antihéroes esterilizados que componen su filmografía más reciente.
Y casi parece que el actor tiene alguna cláusula en su contrato que prohíbe que sus películas lo hagan parecer débil o vulnerable por más de cinco segundos, lo que obviamente resulta en un filme con acción monótona que en un momento dado se ve obligado a alejar a su estrella principal para que la acción tenga algo de drama.
Al resto del elenco no le va mucho mejor. Sarah Shahi como Adrianna y Aldis Hodge como Hawkman salen más o menos intactos por méritos exclusivamente propios porque el guion no les ayuda mucho, y Marwan Kenzari es totalmente desperdiciado en otro papel que parece indicar una tendencia en Hollywood de utilizarlo exclusivamente para los roles de villano más aburridos que tiene disponibles; después de esto y el Aladdin de Guy Ritchie, Kenzari debería demandar a alguien.
Pero la verdadera tragedia de Black Adam – y de la similarmente desechable película del año pasado Jungle Cruise – es haber convertido al cineasta español Jaume Collet-Serra, un realizado sumamente interesante de cine de género, responsables de entretenimiento de altísima calidad como La huérfana, Miedo profundo y varias de las mejores películas de la era de estrella de acción de Liam Neeson; en otro colaborador anónimo de Dwayne Johnson.
En las riendas de superproducciones de cientos de millones de dólares de presupuesto y amplio despliegue de efectos digitales, Collet-Serra parece perdido y su acción se vuelve incoherente, un tsunami de píxeles sin peso ni textura ensamblados con una edición caótica que roba de emoción a toda la acción; son secuencias de una calidad y claridad infinitamente inferiores a lo que cineastas más adeptos en trabajar con efectos computarizados han logrado en estas películas, como James Wan con Aquaman; y muy por debajo de la calidad de la acción menos vistosa pero más atrapante que el propio Collet-Serra ha podido plasmar en sus películas menos gigantescas.
Temáticamente hablando, la película es bastante estéril, con indicios de actividad cerebral en la forma de un intento de comentario sobre la hipocresía del mundo occidental que se inmiscuye en asuntos del Medio Oriente por cuestiones falsamente altruistas, pero la mayor parte del tiempo la película se limita a estar irritantemente impresionada por sí misma y su creencia de que tener un superhéroe que mata es revolucionario, cuando en realidad la mayoría de los superhéroes que han llegado al cine salvo Batman, Superman y uno o dos más, matan sin muchos miramientos.
Black Adam es una muestra más – la quinta o sexta consecutiva – de que Dwayne Johnson necesita desesperadamente volver a tomar roles fuera de su muy angosta zona de confort; y de que hay que liberar a Jaume Collet-Serra de la fábrica de superproducciones de Hollywood para que vuelva a lo que sabe hacer.
Calificación: 1/5
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BLACK ADAM
Dirigida por Jaume Collet-Serra
Escrita por Adam Sztykiel, Rory Haynes y Sohrab Noshirvani (basada en personajes creados por Bill Parker y C.C. Beck)
Producida por Dwayne Johnson, Beau Flynn, Dany Garcia y Hiram Garcia
Edición por John Lee y Michael L. Sale
Dirección de fotografía por Lawrence Sher
Banda sonora compuesta por Lorne Balfe
Elenco: Dwayne Johnson, Sarah Shahi, Aldis Hodge, Pierce Brosnan, Marwan Kenzari, Noah Centineo, Quintessa Swindell, Bodhi Sabongui, Mohammed Amer, James Cusati-Moyer, Jalon Christian