La Crónica Francesa no llega al nivel de perfección estética y profundidad tragicómica de la que hasta ahora es la mejor película de su director Wes Anderson, la maravillosa El gran hotel Budapest, pero esta nueva mirada a un pasado ficticio pero que se siente genuino de una ciudad europea ficticia pero que se siente real no deja de ser otro triunfo para uno de los cineastas más interesantes – visual y narrativamente – de la actualidad.
La película enmarca sus historias en la edición final de la “La Crónica Francesa”, una revista de actualidades escrita desde la localidad gala de Ennui para un diario de Kansas, Estados Unidos. El editor de la revista, Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), acaba de fallecer y según su testamento la revista debe dejar de publicarse, luego de una edición final con re-ediciones de tres de sus artículos.
Pero antes de meternos a esos artículos y sus respectivos segmentos, Anderson nos lleva a un recorrido turístico e histórico de Ennui de la mano de Sazerac (Owen Wilson), el reportero de la Crónica especializado en artículos “locales”, y es en esa secuencia que el filme se establece como algo especial.
Dado que las historias de la película no tienen relación entre sí más allá del tejido conector de los redactores de la Crónica, se puede decir que la única protagonista constante de la película es Ennui, y sabiamente la película se toma su tiempo para darnos un “tour” y familiarizarnos con sus excentricidades demográficas, urbanísticas y arquitectónicas.
“Ennui”, una palabra de origen francés usada para describir un tipo particularmente profundo e infeccioso de aburrimiento, parece un nombre apropiado – aunque muy poco sutil – para cualquier ciudad que ha alcanzado la suficiente antigüedad y densidad poblacional para que uno que otro cuerpo muerto en el río no despierte más reacción que apatía o resignación en sus vecinos.
Si uno describiera a Ennui, como la pinta Anderson, usando el cliché literario de decir que la ciudad de siente “viva”, personificándola, esa personificación sería la de una persona vieja y cansada, pero que aún retiene algo de la energía y belleza de su juventud, y lo que la película hace maravillosamente bien es vender el romanticismo de esa belleza maquillada bajo ejércitos de ratas en el subterráneo y gatos en los techos, de barrios ruinosos y zonas en las que la modernidad va abriéndose paso.
En cierta forma, ese prólogo con Sazerac se siente como una versión mucho más detallada y locuaz a los maravillosos tres minutos de recorrido mudo por ciudad animada pero palpablemente realista de la ciudad portuaria de la enormemente influyente Ghost in the Shell de Mamoru Oshii; los tonos de ambas películas - por no mencionar sus géneros - no podrían ser más distintos, pero esas dos secuencias tienen el mismo espíritu, el afán de pintar a través de breves postales una imagen tridimensional de un lugar que no existe, pero que al mismo tiempo podría ser cualquier ciudad en el mundo.
Quizá el mayor problema de La Crónica Francesa es que su pico de calidad llega muy temprano, con esa excelente introducción a Ennui y el primer “artículo”, una cautivadora historia sobre la forma en que el arte suele ser un matrimonio entre talento y locura, y una ácida sátira de la tasación del arte al entrar en contacto con el mercado comercial, que ostenta un gran trabajo de Léa Seydoux, Adrien Brody – a quien últimamente solo Wes Anderson parece saber utilizar bien – y un espectacular Benicio del Toro.
Las siguientes dos historias – una crónica de una revolución estudiantil protagonizada por Timothée Chalamet, Lyna Khoudri y Frances McDormand; y una disparatada historia que comienza con una cena y termina con un secuestro, un enfrentamiento a tiros y una persecución en autos – tienen sus virtudes; en especial la historia final es enormemente entretenida con una de las mejores actuaciones de la carrera de Jeffrey Wright, y se guarda un golpe emocional sorpresa sobre la necesidad humana de nuevas experiencias como un antídoto para el “ennui” existencial.
Pero empezar de manera tan fuerte como la película comienza la perjudica un poco. No mucho, pero quizá jugar un poco con el orden de la historias hubiera ayudado.
La historia del secuestro no puede ser tocada porque es la conclusión temática de la película, la parte final del filme es su posición natural, pero quizá poner la historia de los estudiantes – la más débil del filme a pesar del valiente esfuerzo de Anderson por hacerle justicia a la energía revolucionaria d la juventud que tanto cambió la Historia desde siempre – al principio habría resultado en un ritmo más enérgico.
Pero más allá de esa queja – que en retrospectiva acaba sintiéndose insignificante –, pco hay qué reprocharle a La Crónica Francesa. Los cuadros en movimiento que pinta Anderson siguen siendo increíblemente bellos, creativos y detallados; y sus historias siguen siendo deliciosamente agridulces.
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LA CRÓNICA FRANCESA (The French Dispatch)
Dirigida por Wes Anderson
Escrita por Wes Anderson
Producida por Wes Anderson, Jeremy Dawson y Steven Reales
Edición por Andrew Weisblum
Dirección de fotografía por Robert Yeoman
Banda sonora compuesta por Alexandre Desplat
Elenco: Bill Murray, Owen Wilson, Benicio del Toro, Léa Seydoux, Adrien Brody, Timothée Chalamet, Lyna Khoudri, Frances McDormand, Jeffrey Wright, Mathieu Amalric, Stephen Park, Edward Norton, Elisabeth Moss, Jason Schwartzman, Tony Revolori, Henry Winkler, Bob Balaban, Alex Lawther, Rupert Friend, Cécile de France, Christoph Waltz, Winston Ait Hellal, Liev Schreiber, Saoirse Ronan