(Disponible en cines)
Si bien probablemente tiene un lugar especial en los corazones de quienes crecieron en la década de 1990 – incluyendo al autor de estas líneas, cuyo sufrido reproductor de VHS se vio obligado en innumerables ocasiones a proyectar el cuento de Michael Jordan y Bugs Bunny –, la verdad es que Space Jam no era más que una excusa para que Warner Bros. lucrara en la taquilla con quien probablemente – y con justicia – era en esa época el hombre más famoso del mundo, el deportista más dominante del globo y (lo más importante para la película) un rey Midas del márketing y el merchandising.
La calidad de su mezcla de animación con personas reales no era más impresionante que lo que ¿Quién engañó a Roger Rabbit? hizo ocho años antes, la historia era prácticamente inexistente y el humor estaba lejos de lo que los Looney Tunes ofrecían en sus mejores épocas.
En ese sentido esta nueva versión - que sigue la misma fórmula poniendo a otro astro de la NBA, LeBron James, a jugar con Bugs Bunny y compañía, es marcadamente superior, ya que muestra un mínimo de ambición al intentar contar una historia con cierto corazón para acompañar a sus elementos más mercadeables, aunque el resultado final lastimosamente no está a la altura de esas ambiciones.
En Space Jam: Una nueva era, LeBron James y su hijo Dom (Cedric Joe) son invitados a los estudios de Warner Bros. para que el basquebolista reciba una oferta de negocios, pero ambos acaban siendo transportados a un mundo digital dentro de los servidores informáticos de Warner por un algoritmo renegado (Don Cheadle) que desafía a James a un juego de básquet, obligándolo a hacer equipo con Bugs Bunny y el resto de los Looney Tunes.
A diferencia de la primera Space Jam, en esta nueva entrega hay un intento de generar un poco de drama con su estrella deportiva, centrándose en la relación complicada entre LeBron y Dom que nace principalmente por las nociones muy estrechas y estrictas que el primero tiene sobre el trabajo y la forma de alcanzar el éxito, y su incapacidad de terminar de comprender cómo su hijo, un aspirante a desarrollador de videojuegos, tiene su propia forma de hacer las cosas.
En lo que probablemente es la decisión más astuta del guion, ese conflicto se traslada de forma interesante al partido central de la película, donde LeBron intenta dirigir a los Tunes como si fueran un equipo de la NBA en un partido real en vez de personajes de dibujos animados en un mundo que sigue la lógica de un videojuego. No es nada revolucionario pero hay más profundidad en que la primera película.
El problema es que el resto de la película es exactamente la versión más aburrida imaginable de la premisa que la película plantea: una aventura en un mundo virtual ambientado en el catálogo de propiedades intelectuales de Warner.
Más allá de una secuencia entretenida en la Metrópolis de Superman, la película se conforma en llevar a LeBron y los Tunes por un desabrido tour por el catálogo de Warner o HBO, poniendo referencias en lugar de comedia, sin tener mejor idea para jugar con esa premisa que poner a los villanos de Batman, los Picapiedras, el Gigante de Hierro, King Kong y un montón de otros personajes de la biblioteca Warner como espectadores en el partido.
La falta de creatividad cómica - con una sola excepción, una escena en el descanso del partido que incluye el único gran chiste en todo el filme – o ambición para el espectáculo es asombrosa, en particular al lado de otros filmes (de Warner, nada menos) que tienen premisas similares pero que sí saben aprovecharlas para generar risas o acción como La gran aventura Lego o Ready Player One.
La calidad de la animación es decente pero inconsistente cuando la película se muestra en 2D como los dibujos clásicos, que tienen una calidad demasiado limpia y digital, que hace que los movimientos de los personajes, por muy expresivos que sean, se sientan sintéticos. Luego, cuando la película pasa a animación 3D en el clímax, es a la vez mucho más colorida y vistosa, pero también curiosamente aburrida de mirar.
Y en cuanto a LeBron James como actor, el ídolo del baloncesto se defiende de forma decente en las escenas en las que tiene que interactuar con otros actores, pero cuando tiene que actuar con los Tunes es mucho más inseguro e inexpresivo.
Ese es un problema que Michael Jordan también tenía en la primera película, pero una ventaja que Jordan tenía es que en ese filme él nunca se volvía una caricatura. LeBron en esta secuela tiene que ser no solo actor, sino también actor de voz para las escenas en las que su personaje es animado, y la discordancia entre el personaje expresivo y energético en pantalla y la voz tiesa y robótica de James es notable.
La nueva Space Jam, al igual que la anterior, es menos una película y más una pieza de publicidad larguísima, pero filmes similares han sido buenos en el pasado. El problema de esta película es que rara vez logra ser más que solo publicidad.
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SPACE JAM: UNA NUEVA ERA (Space Jam: A New Legacy)
Dirigida por Malcolm D. Lee
Escrita por Juel Taylor, Tony Rettenmaier, Keenan Coogler, Terence Nance, Jesse Gordon y Celeste Ballard
Producida por LeBron James, Ryan Coogler, Maverick Carter y Duncan Henderson
Edición por Bob Ducsay
Dirección de fotografía por Salvatore Totino
Banda sonora compuesta por Kris Bowers
Elenco: LeBron James, Cedric Joe, Don Cheadle, Jeff Bergman, Eric Bauza, Zendaya, Sonequa Martin-Green, Khris Davis, Sarah Silverman, Steven Yeun, Ernie Johnson Jr., Lil Rel Howery
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