La gira comenzó el pasado miércoles con un show en el Club Centenario, para trasladarse al día siguiente al Cántaro BioEscuela Popular, de la ciudad de Areguá, donde según contaron todos los involucrados, como el arpista Sixto Corbalán, el percusionista argentino Marcos Villalba y el mismo Chango Spasiuk, que vivieron algo difícil de explicar. Un intercambio de energía puro y único.
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Rodeados de verde, alegría, personas de todas las edades y mucho deseo de expandir el cariño que une la música, el paso de la comitiva por Areguá fue un goce, que dejó las energías recargadas para la parada que daría cierre a la aventura de acordeón, arpa, guitarras, cajones y corazones.
Ayer, la tierra de Agustín Pío Barrios, “Mangoré”, recibió con un agradable clima cálido a la delegación movida por el motor de la música, de los abrazos y la rica gastronomía, vivenciando así los sonidos y los sabores de Paraguay. Luego de visitar la casa misma donde nació el prodigio de la guitarra más importante de este país, de recorrer sus rincones e intentar dimensionar la fuente de su inventiva, la felicidad se expandía por las sonrisas y los instrumentos que resonaban en cada esquina para homenajear la visita del Chango.
Recibidos por a directora del Conservatorio Ha Che Valle, Gladys Duarte, y por la Directora de Cultura de la Gobernación, Marcia Servín, primero hubo un concierto de parte de la Orquesta Ymaguaréicha, bajo la dirección del profesor Hebert Cáceres. Enseguida el Chango se acerdó a los integrantes a felicitarlos y a motivarlos a seguir esforzándose.
Luego, tuvo lugar una conversación descontracturada y agradable con los niños y jóvenes que llegaron hasta el salón auditorio de la Gobernación de Misiones, donde con mucha picardía salieron las preguntas más interesantes. El Chango y Sixto compartieron sus historias, sobre cómo empezaron en la música, sus primeras obras y sobre sus búsquedas, no solo con el arte, sino como seres humanos.
Sixto contó, con mucha emoción, que su familia es de San Juan Bautista, pero que era la primera vez que él tocaría allí. Asimismo, expresó a los futuros artistas frente a él, a que no dejen de ser curiosos y aprender en todo momento. “En 1996 gané el Festival del Takuare’ẽ y fue un disparador”, contó Sixto, recordando dónde empezó todo para él. También recomendó a los chicos “tener conexión con otro tipo de música” para estar abiertos y entrenar el oído.
En tanto Chango, habló un poco de su búsqueda sonora, afirmando que hay que estar seguros de cuál es el “concepto estético de belleza” al que se quiere llegar. “Es una cuestión tuya y cómo te vibra el cuerpo”, aseguró. En tanto, añadió también que es importante amigarse con los errores. “Pueden tener sentido con el paso del tiempo”.
Por otro lado, aconsejó a la juventud que no se deje dominar por las redes sociales, ya que lo que se ve ahí muchas veces no son cosas reales. “La vida real es el face to face (cara a cara), verse, tocarse. Sí puede ser una herramienta la red social, pero hay que estar seguros del camino”.
También preguntaron si es posible o no vivir de la música. Chango reafirmó que se puede pero que vivir de ella no se trata solo de salir a tocar. Se puede componer para cine, publicidad, ser docente, y muchas otras cosas. “Pero lo más importante es que las oportunidades aparecen cuando uno está en movimiento”, dijo. A lo que Sixto sumó que “no hay que tener miedo” y siempre hacer lo que a uno le gusta. “El mundo es amplio. Invito a hacer también otras cosas, como leer mucho, por ejemplo. Buscar saber todo”, añadió el Chango.
Una musicalidad excelsa
Los oyentes salieron llenos de inspiración y así también los artistas, quienes tomaron con el cuidado necesario esa curiosidad propia de las infancias y la juventud. Estaban listos para casi llegar al cierre de unos días intensos pero maravillosos, donde la música expandía su camino, uniendo a las personas.
Chipitas, chipa guasú, mate cocido. La espera al concierto estuvo llena de estos aromas, que nos demuestran que lo único que nos separan son las fronteras geográficas pintadas en los mapas. La música, más tarde, nos recordaría esto, que somos una gran patria guaranítica.
Caras emocionadas no solo llenaron sino que excedieron la capacidad del auditorio, que se vio rebosado de ansiedad por lo que pronto sucedería. Tras acomodar equipos, cerciorarse de que todo esté en orden y encendido, pasaron Marcos, Chango y Sixto a ocupar sus lugares y a dejar que la música hable a través de ellos. A encenderse ellos mismos y así iluminar la sala. Se convirtieron en una especie de “médiums” ya que los instrumentos parecían ser parte de sus cuerpos, atravesarlos, como las raíces de un árbol que empezaba a ofrendar sus frutos de todos los colores y texturas.
Hicieron así un repertorio que pasó por todos los picos emotivos y sonoros, desde la cumbre de lo más folclórico hasta el coqueteo con lo más experimental, porque ellos saben que se trata de esto, de jugar como niños, buscando la sorpresa y la emoción.
Obras como “Puerto Tirol”, “Fantasías de Pérez”, “Canción de amor para Lucía”, se elevaban y tocaban corazones. Mientras la gente, hipnotizada, era invitada por el Chango a “pensar en voz alta sobre las cosas que nos importan”. Y lo que nos importa estaba ahí, la comunidad vivenciado algo mágico, que de seguro transformaría sus vidas.
“La música tiene infinitos rostros. Algunas texturas son más introspectivas”, dijo Chango en otro momento, equilibrando el sosiego, la reflexión y la fiesta popular. Todo en obras que sonaban en esos registros, como “Misiones Ñu”, “Conversaciones”, “Kilómetro 11″, “Libertango”, “Isla Saka”, y otras.
La apuesta de Ana Scappini, la principal propulsora de esta locura, y de mucha otra gente que sumó su mano y no quiero nombrar por temor a omisiones (pero sabiamente comandados por Ana), definitivamente dejó ganancias y eso era evidente, por todas las luminosas sonrisas, los interminables abrazos entre la gente, las fotografías para seguir inmortalizando momentos, así como el mismo silencio respetuoso durante ciertas partes del show.
Todas las piezas encajaron a la perfección, para que esta gira no sea un evento aislado, sino una semilla que germinará no solo en nuevos músicos profesionales, sino en mejores personas para el mundo, personas reverdecidas y reverberando amor.