Afuera, el ruido. A lo lejos, música de otro bar se colaba mediante el aire. Pop y otras cosas sonaban y querían ser como un intruso que no es invitado. Pero adentro del Bosque de los Artistas, con su voz y una guitarra, la cantautora paraguaya Lucero Sarambí creaba una muralla de protección. Ella empezó a cimentar un escudo con su espíritu dulce y sereno a través de sus canciones, el pasado sábado 24.
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Pronto, el Bosque fue nuestro oasis. Un oasis donde todo, por dentro, fue magia, conexión, amor y gratitud. Lucero tuvo la responsabilidad de ser el puntapié inicial en una noche cargada de potencia. Su música, aunque melodiosa y tranquila, carga en sí su propia potencia, la de la artista y sus emociones tan honestas como palpables en su voz, en su naturalidad y en su sonrisa.
A ella la acompañó más tarde la guitarrista Lizle Martínez, quien aportó más de esa magia mencionada a las composiciones de Lucero. La cantante invitó también a otra cantautora, a Stefy Ramírez, quien era la responsable de esa noche que estaba plagada de la belleza del compartir.
Esa noche, la excusa era el placer de conocer una nueva propuesta para nuestro país. Se trataba del tercer y último concierto del proyecto argentino Cecilia y el Sr. Vinilo, que venía de tocar primero el viernes en La Serafina y solo unas horas antes ese sábado en La Chispa, como parte del festival “Floreciendo en el asfalto”.
En estas movidas de autogestión, no hay nada más importante que hacerlo todo desde la honestidad, y eso se notaba en esta mini gira que tenía a la cantante y guitarrista Chechu Giménez y al guitarrista Nano Basadoni como protagonistas.
Este dúo, como mencionaba la artista en una entrevista, es un “flash”, un término que en Argentina lo usan mucho para determinar algo importante que causó impacto por cierto motivo. Lo que hace Cecilia y el Sr. Vinilo, definitivamente, es un flash sonoro y emocional.
Lo que crean juntos es algo que pocas veces se puede presenciar sobre un escenario. Esa aura de amor puro que emanan al tocar sus canciones es algo que realmente, los que presenciaron, podrán confirmar, porque contagian la alegría de estar haciendo eso que aman: música con sentido.
En ese marco, ellos trajeron canciones de su primer álbum “Tiempo de ver” como también nuevos sencillos. Sonaron así temas como “Lena”, “Ser”, “Dolor”, “Días de soledad”, “Lurano”, entre otros.
Definir lo que hacen sería ponerles una etiqueta específica y con una propuesta como la suya ese trabajo no es algo sencillo pero tampoco indispensable. Si bien mechan recursos del rock con el espíritu del jazz en la improvisación, la mejor forma de intentar explicar lo que hacen es decir que a través del sonido son generadores de emociones intensas; por medio de canciones se enfrentan a lo que sentimos en lo más profundo. Atrapan el dolor, el miedo, la ansiedad, la incertidumbre, como también la alegría, la nostalgia, la paz, y conquistan con músicas catalizadoras de sentimientos.
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Su lírica tiene mucho de introspección, de mirar para adentro, de no hacer caso al ruido externo, para armar nuestras piezas humanas cual rompecabezas. En ese viaje en que nos llevaron, envolviéndonos con su sonido como un espiral, Chechu y Nano supieron hacer que todos miremos al corazón, sin importar que allá, a lo lejos, el ruido nos quiera invadir, enseñándonos eso como lección de vida.
Fotografías gentileza de Raco.crea.