La tercera novela y cuarto libro del escritor paraguayo Juan Ramírez Biedermann es una entretenida amalgama entre el ocultismo, realidad social e incluso introspección filosófica. Enmarcada en un contexto actual postpandemico en el que vemos la vida pasar a través de reels en tiktok e Instagram.
Una serie de eventos “sobrenaturales” empieza a desarrollarse en el barrio Las Mercedes de Asunción. “Sanaciones milagrosas”. Como alguien que creció en una época en que el internet era un lujo muy exclusivo y donde el televisor era la fuente de distracción, tengo normalizadas las misas de sanación a través de este aparato. Se me hacen muy presentes recomendaciones de mi abuela sobre personas que iban a las casas de otras a “orar” por su recuperación a cambio de alguna gentileza. “Ese deseo de sanación tanto física como moral, está presente en todos nosotros”, había dicho el autor en entrevista con ABCTv.
Si, hay toda una generación anterior a la mía que tiene presente estas situaciones. Entonces, las “sanaciones” son una parte de nuestra idiosincrasia. Ese mismo concepto puede trasladarse a una divinidad católica que luego se salda con una peregrinación en 8 de diciembre. Una es rechazada, la otra es aceptada. Esa misma dualidad entre lo religioso y lo pagano, se ve muy espontáneamente trazada en el correr de Mango. Mango en sí, es una novela oscura sin ser densa o pesada a la lectura.
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Por otra parte, es una bella descripción social de los elementos de un barrio y su gente. En este caso Las Mercedes, (en donde trascurren todas las obras del autor) con su iglesia, su plaza central, los negocios familiares que se resisten a desaparecer y sus calles. No me une nada a Las Mercedes más allá de que el equipo que condiciona mi humor semanal, se afinque allí. Pero, al nacer y crecer en Sajonia, empatizo con ese sentimiento que roza el nacionalismo por ese conjunto de manzanas, sus sitios icónicos y las particularidades de sus vecinos. También en este punto, podemos encontrar alguna influencia de otros autores nacionales en esa forma tan puntual de describir a nuestra gente. Juan Ramírez Biedermann lo hace muy bien.
La trama es actual, en este contexto cíclico de incendios forestales e inundaciones que azotan a la capital del país y en el medio de la angustia y la zozobra, las fake news, los reenviados de WhatsApp, el algoritmo de las redes sociales y el bombardeo de información sin corroborar que cae a los teléfonos le dan un sabor especial al caldo de cultivo que se forma en nuestras cabezas. Esa locura que a veces es imperceptible, está sutilmente descrita en este libro.
Personajes con edades de varias generaciones
Los personajes, a juzgar por las edades, vagan entre la generación X y los millennials. Están en ese limbo de querer sentirse joven y aceptarse ya como adultos. Frustrados con sus realidades e inconscientemente buscando huir de su yo actual a quien sabe dónde. Cansados de los trabajos que eligieron pensando que les daría mayor realización y satisfacción, pero a cambio les dio vacío. Seguramente criados bajo normas que indicaban que a tal edad ya deberían haber logrado X cantidad de cosas y que, al no ocurrir, están en la incertidumbre de hacia dónde van sin encontrar respuestas (o soluciones) mientras el tiempo pasa. Mucho de lo que los adultos jóvenes de hoy sienten a escondidas del mundo.
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Un juez divorciado a punto de ser abuelo con muchas tragedias a cuestas, su interés romántico (o sexual) que tendría unos 25 años menos que él y una amalgama de personas más o menos en el mismo rango etario. Realidades que se cruzan y en paralelo, la trama principal. Las sanaciones, las cosas raras, y el querer saber qué hay detrás de todo.
Suena música durante todo el devenir. Aquí es donde Zethyaz el integrante de Eyesight, Sabaoth y Pylgrym quizás nos deja ver algo de su playlist (y también algo de su prosa en algún poema clandestino que aparece de repente). De nuevo, de acuerdo a la edad del personaje que vaya poniendo a la música, podemos ir desde Pink Floyd o King Crimson hasta Ultravox e incluso electrocumbia sonando en un boliche de moda. Mucho de lo que era considerado “Satánico” por la masa en su respectiva década. Es un buen ejercicio para el lector reproducir la canción para una mejor contextualización de lo que va aconteciendo. En este apartado también se hace mención al concierto de The Mission en el Paraguay aún en dictadura de 1988. En donde cuenta la leyenda que Wayne Hussey le puso el nombre a la banda de unos contemporáneos del autor; Deliverans.
Y hablando de contemporáneos, Mango nos deja un subliminal mensaje de lealtad. De lealtad a los nuestros, a nuestras creencias, a nuestros gustos e incluso a nuestras decisiones personales (erradas o no). En el medio de eso, ese aprendizaje en el que estamos los adultos de la tercera década del soltar. Del soltar situaciones pasajeras, relaciones, objetos, prejuicios, lidiar con la muerte y otros. Soltar y dejar lo que es realmente genuino y a lo que tenemos que ser leales. En ese sentido, justamente el final nos muestra luego de tantas tragedias y sin caer en el cliché, el valor de la amistad.
Mango es una novela muy fresca, una lectura muy justa para el millennial que hoy ya “es un señor” y se encuentra con una realidad completamente diferente a la que le prometieron sus padres cuando era niño, un texto empático con quienes atravesaron la tragedia (sobre todo pandémica) buscando cualquier tipo de solución hasta milagrosa para una desdicha, una mirada a lo “inexplicable” y toda su charlatanería tan normalizada. En fin, Mango es una opción necesaria para identificar al Paraguay de hoy.