Acompañada por sus familiares, la escritora acudió al acto de entrega del premio consistente en 50 salarios mínimos (unos G. 114 millones) y celebró este reconocimiento, agradeciendo también al país por haber acogido a sus antepasados.
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“Para mí particularmente hoy es un día único, de inmensa alegría, me siento feliz en mi calidad de novelista y también en lo personal. Como escritora siempre anhelé la distinción que me es dada acá en mi lugar en Paraguay, donde nací y vivo. Aquí habito con mis personajes, aquí deambulan las confesiones de mis fantasmas, aquí escribo, invento historias, aquí me siento reconocida por mis lectores a los que también yo reconozco”, expresó Gertopán.
Afirmó que, a nivel personal, también se premia a sí misma “por haber sido leal a una vocación, a una labor a la que se destinan días, noches insomnes”. “En realidad se dedica una vida, una existencia cercada por atmósferas en las que se conviven con dudas, angustias, espectros, en un espacio sumido en la melancolía, amparado por voces, las que desconocemos dónde nacen, a quiénes pertenecen y que solo descansan una vez escritas para así perdurar en el papel”, acotó.
Subrayó que “el de escritor es un oficio complejo, pero vital” y “a veces incomprendido, que exige un ámbito de clausura sin tiempo, indispensable para crear”.
Una casa en Vilna
En su discurso de agradecimiento, Gertopán también detalló la importancia que han tenido sus abuelos y sus historias en su obra literaria. “Dedico este momento a mis abuelos, a mis cuatro abuelos, inmigrantes judíos que llegaron a esta tierra escapando del hambre, de la persecución, del antisemitismo. Y aquí se quedaron, porque este país les otorgó la ciudadanía paraguaya y fue aquí donde nacieron sus hijos y nacimos sus nietos. De ellos heredé una identidad, costumbres, tradiciones, y sobre todo a reconocer el sentido de la palabra exilio, un tema recurrente en mi literatura”, expresó.
Comentó que hace un par de años, indagando en la historia de una de sus abuelas, llegó hasta Vilna, Lituania. “De niña siempre llamaba mi atención su silencio, un silencio inquebrantable, recuerdo que cuando le preguntaba si por qué ella estaba sola en el mundo, si dónde estaba su familia, nunca obtuve respuestas. En esa mudez ella retenía dolor y dignidad”, manifestó.
“Y una mañana, caminando por las calles adoquinadas del gueto de Vilna, en donde aún se oyen voces suplicantes, almas que piden piedad y reposo, encontré su casa. Su casa en la calle 22 y también logré rescatar su historia familiar”, añadió.
Afirmó que regresó a Paraguay con una “abrumadora carga emocional”, pero tras superar el duelo y desprenderse de la realidad comenzó a crear a Nina y Ema, las protagonistas de su novela. “Fue así como escribí ‘La casa de la calle 22′, hoy Premio Nacional de Literatura en mi país. Mi eterna gratitud a Paraguay, en nombre mío y de mis antepasados”, expresó.
El recuerdo de Nila
Gertopán también recordó a su amiga y escritora Nila López, fallecida en abril pasado, señalando que le enseñó el camino por el que debe transitar un escritor: “un sendero sin barrotes y a cielo descubierto”.
Igualmente recordó a Osvaldo González Real, quien la impulsó a la lectura y a la publicación de sus trabajos; así como a la editorial Rosalba, que publicó la novela premiada, y a su editor Javier Viveros.
“Quiero compartir este premio con mis hijos y sus familias. Son ellos los que me arropan en el día a día, son mi razón de permanecer y de continuar”, añadió.
En dicho acto se otorgaron además las menciones a las obras: “El contador don Felipe”, de Gustavo Laterza; “La Virgen Carrillo”, de Mabel Pedrozo; “Pyhare pytû”, de Feliciano Acosta; “La superstición del tiempo”, de María Eugenia Garay, y “Por las calles de la peste”, de Moncho Azuaga.
El jurado estuvo conformado por el presidente del Congreso Nacional, Óscar Salomón; María Isabel Barreto, Esther González Palacios, Bernardo Neri Farina, Mario Rubén Álvarez y Andrés Colmán.