Capítulo 6
La catástrofe
Entonces supimos que el capitán Nemo quería ser el primer hombre que dejara su huella en el Polo Sur. El plan del capitán era llenar los depósitos de oxígeno y navegar bajo el hielo hasta llegar allí. Luego de dos días emergimos en un mar libre, bajamos de la nave y Nemo plantó en ese suelo helado una bandera negra con una N, la inicial de su nombre.
Al regresar, chocamos contra un bloque de hielo, pero pudimos escapar.
El Nautilus volvía al norte por la ruta del Atlántico. Pasamos por Tierra de Fuego y las Malvinas; rozamos las costas de la Patagonia hasta que sobrepasamos el estuario del Río de la Plata. Habíamos recorrido 17 000 leguas desde nuestro embarque en los mares de Japón, seis meses atrás.
Continuamos hacia el norte y, frente a las Antillas, nos vimos rodeados por enormes pulpos. El más grande medía ocho metros aproximadamente y pesaría unos veinte mil kilos. Luego de una tremenda lucha, el capitán, rojo de sangre, inmóvil, miraba el mar que se había tragado a un compañero, y se le escaparon unas lágrimas.
Una mañana, mientras atravesábamos el Mar del Norte, vimos los restos de un naufragio. El capitán me explicó que se trataba del Vengador, que sirvió a la República francesa. Hace setenta y cuatro años, después de un combate heroico contra los ingleses, ya sin sus mástiles, prefirió hundirse con sus 356 marinos antes que rendirse.
Luego vimos acercarse un navío de guerra. Cuando estuvo a una distancia conveniente, empezó a disparar contra el Nautilus. El capitán dijo que destruiría el buque porque era un barco de una nación maldita, que por ella había muerto todo lo que amaba: patria, mujer, hijos y sus padres.
No pude distinguir la bandera del navío. Pero el capitán estaba enardecido como nunca lo había visto. El Nautilus arremetió a toda velocidad contra el casco del otro. En poco tiempo el navío se hundió del todo.
El Nautilus navegó varios días sin que ninguno de sus tripulantes se dejara ver. Cuando estábamos preparando un bote para escapar, nos atrapó un enorme remolino al norte de Noruega. Sacudido espantosamente, mi cabeza golpeó contra un objeto duro. Y luego vi las caras de Ned y Conseil frente a mí. Había perdido el conocimiento y desperté en la cabaña de un pescador en los mares nórdicos.
No sé cómo el Nautilus salió del remolino. Ni cómo llegamos a tierra después de haber recorrido 20 000 leguas de viaje submarino. Aún hoy me pregunto si el capitán Nemo vive. Y si sigue con sus planes de venganza. ¿Sabré alguna vez toda la historia de su vida? Solo espero que en su espíritu, el justiciero dé lugar al sabio. Que continúe con su pacífica exploración de los mares. Su destino, aunque extraño, es sublime.
Por mi parte, tengo la respuesta a una pregunta formulada hace seis mil años por el Eclesiastés: «¿Quién ha podido sondear las profundidades del abismo?». Dos hombres: el capitán Nemo y yo.
Sobre el libro
Título: Veinte mil leguas de viaje submarino.
Autor: Julio Verne.
Editorial: Sol90.
Actividades
1. Extrae de la historia:
Introducción, nudo y desenlace
2. Escribe todo lo que aprendiste sobre la historia leída.