Durante era stronista la desigualdad entre los ricos y pobres era mayor, según FMI

De la mano del axioma “todo tiempo pasado fue mejor”, desde la caída del régimen dictatorial de Alfredo Stroessner, en febrero de 1989, sus partidarios hicieron popular la frase “con Stroessner vivíamos mejor”, lo que se volvió a escuchar con insistencia esta semana, en coincidencia con la fecha de su nacimiento. 

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Pero ¿cuán cierta es esta frase? Hoy, a poco más de 28 años de ello, y de acuerdo a datos oficiales y del Fondo Monetario Internacional (FMI), dicha afirmación carece de veracidad, pues los números demuestran que durante el “régimen del terror” las desigualdades entre ricos y pobres eran mayores que en nuestra endeble democracia. En efecto, la lentitud en la reducción de las desigualdades, así como el pausado crecimiento económico contribuyeron para la popularización del axioma. 

El documento Monitor Fiscal, revista de discusión publicada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su edición de octubre último, explica que el Paraguay es uno de los países que más redujo las desigualdades en los últimos 30 años (en el período comprendido entre el año 1985 y 2015). Ello se debe a la implementación en la última década y media de políticas que contribuyeron a una mayor redistribución de las riquezas, así como políticas de asistencia condicionada a los sectores de pobreza extrema. 

De acuerdo al estudio que compara el desenvolvimiento de todos los países en la lucha contra las desigualdades en los ingresos, refiere que la creciente desigualdad y la lentitud del crecimiento económico en muchos países han concentrado la atención en políticas que permitan promover un crecimiento inclusivo. Aunque cierto grado de desigualdad es inevitable en un sistema económico de mercado, la desigualdad excesiva puede erosionar la cohesión social, conducir a la polarización política y, en última instancia, reducir el crecimiento económico, señala el informe citado, en el que se analiza la contribución que las políticas fiscales pueden hacer al logro de objetivos redistributivos.

Debates principales del informe

El informe se centra en tres debates primordiales: las tasas impositivas aplicadas al estrato más alto de la distribución del ingreso, la adopción de un régimen de ingreso básico universal (IBU) y la función del gasto público en el terreno de la educación y la salud. 

De acuerdo al estudio, la desigualdad mundial –medida entre todos los ciudadanos del mundo, haciendo abstracción de las fronteras nacionales– viene disminuyendo desde hace décadas, gracias al vigoroso aumento del ingreso en algunas economías de mercados emergentes grandes, como China e India. Sin embargo, fronteras adentro, el panorama es diverso: en tanto que la desigualdad del ingreso es más marcada en la mayoría de las economías avanzadas, las tendencias de otros grupos económicos son más variadas. De hecho, la desigualdad ha bajado en casi la mitad de los países sobre los que se dispone de datos. Las fuerzas que operan detrás de la creciente desigualdad también varían en el tiempo y según la región. Una de las fuentes más importantes es el cambio tecnológico, que favorece las aptitudes más avanzadas, agrega el informe. 

De acuerdo a la misma fuente, el crecimiento económico es fundamental, y en muchos países ha asegurado que el recrudecimiento de la desigualdad sea compatible con una mejora de los niveles de vida de los hogares en todos los deciles de la distribución del ingreso, aunque existen diferencias significativas entre los países en términos del grado de inclusividad del crecimiento. Esta diversidad de experiencias y el análisis empírico llevan a pensar que no existe una tensión sistemática entre mayor crecimiento y menor desigualdad. Una parte sustancial de las diferencias en el grado de desigualdad entre grupos económicos y a lo largo del tiempo puede atribuirse a discrepancias entre las políticas fiscales redistributivas. 

En efecto, en las economías avanzadas, las transferencias y los impuestos directos reducen la desigualdad del ingreso aproximadamente un tercio en promedio; tres cuartas partes de esa reducción se logra a través de transferencias.

En las economías en desarrollo, la redistribución fiscal es mucho más limitada, porque la tributación y el gasto son más bajos y menos progresivos, y porque los impuestos indirectos regresivos son más comunes.

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