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De los tres países de la región que comparten el Bosque Atlántico, Paraguay es actualmente el que posee la mayor tasa de deforestación. A pesar de esto, aún conserva un área importante de bosques densos y varias zonas de bosque pequeño.
Este ecosistema constituye un lugar de vida extremadamente rico con innumerables especies de animales y plantas. Entre su fauna se destacan los más grandes mamíferos del continente como el puma, el tapir, el carpincho o el jaguar.
De acuerdo a estudios científicos apoyados por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Bosque Atlántico es uno de los 200 ecosistemas más importantes del planeta, y así también es uno de los más amenazados por la deforestación.
Esta región es especialmente importante para los suelos, manteniéndolos ricos, fértiles y protegidos de la erosión. De igual manera es muy beneficiosa para mantener la calidad y cantidad del agua potable. El Bosque Atlántico es fundamental para conservar la reserva de agua más grande del mundo, que es el Acuífero Guaraní.
Los principales puntos de infiltración del acuífero se encuentran dentro del área ocupada por esta ecorregión boscosa. La posibilidad de quedar sin esta cobertura tendrá graves consecuencias para una reserva de agua que ya se considera como el principal reservorio de la humanidad, en momentos en que la crisis por el suministro del agua se convirtió en una patética realidad.
Hasta 1970, el Bosque Atlántico se encontraba casi intacto en Paraguay. Un ecosistema con una extraordinaria biodiversidad se desarrolló en función a la regulación de humedad, precipitaciones y filtración de aguas superficiales hasta las capas subterráneas. Si el sabio Moisés Bertoni pudo establecer un calendario en función a las lluvias anuales, se debió a la regularidad de los ciclos estacionales, que tenían como base un ecosistema escasamente modificado.
En apenas 30 años, Paraguay perdió casi la totalidad del Bosque Atlántico existente dentro del territorio patrio. La expansión de las fronteras agrícolas llevó a una depredación que está poniendo en peligro la totalidad del sistema biológico de la región Oriental del país. Lo que sobra son manchones que generalmente coinciden con áreas protegidas, privadas y del Estado. El desafío actual es evitar que estas reservas queden aisladas, sin conexión entre sí. Los corredores biológicos, como se denominan estas uniones, permiten el intercambio genético. En el caso en que estos corredores desaparezcan, los bosques se convertirán en islas sin continuidad, perdiendo su biodiversidad.
Con el ritmo actual de deforestación, en cinco años más desaparecerá de Paraguay el último bosque. La posibilidad de reforestar esta inmensa superficie es una utopía. Estamos hablando de centenares de miles de kilómetros cuadrados, y no tenemos dinero suficiente para emprender esta acción.
Aquí debemos agregar que diversos ecosistemas tardaron miles de años en formarse. En menos de 30 años están siendo destruidos, pero volverán a tardar otros miles de años en aparecer nuevamente, pero ni siquiera serán los mismos porque habrán desaparecidos de la faz de la tierra sin que hayamos tenido por lo menos la posibilidad de conocerlos.
El Fondo Mundial para la Naturaleza, la organización privada ambientalista más grande del mundo, intenta sumar su grano de arena para salvar el Bosque Atlántico del Alto Paraná. A nosotros nos corresponde poner el resto. El primer paso es detener la deforestación criminal que afecta al Paraguay.