Nanawa La otra batalla

Un par de vallas papales son la especie de trinchera desde la cual Nanawa (Presidente Hayes) libra su batalla por la supervivencia. Emulando un pueblo fantasma, esta ciudad fronteriza con la Argentina ha sido una de las más golpeadas por la pandemia del covid-19.

Nanawa La otra batalla
Nanawa La otra batallaMarta Escurra

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Erigida a orillas del río Pilcomayo, Nanawa es una ciudad de casi seis mil habitantes, muchos de los cuales se dedican al comercio fronterizo con la vecina Clorinda, Argentina. Anteriormente denominada Beterette Cue y luego Puerto Elsa, Nanawa debe su nombre a las dos batallas que libró el Paraguay con Bolivia en la Guerra del Chaco y en las cuales salió victorioso. Según investigaciones atribuidas al general Ivan Belaieff, el nombre significa quebracho blanco en lengua maká, abundante en el oeste de nuestro país. El cambio de nombre fue a sugerencia del entonces general Marcial Samaniego, en 1987.

Los otrora bullicios y caos característicos de sus calles atestadas de mercaderías, paseras, paseros, algún turista atraído por la aventura, vendedores buscando clientes y algún que otro perro callejero en procura de algún hueso en suerte, hoy son solo un eco que retumba en el vacío de las casillas y puestos encadenados, cuyos dueños tienen un destino incierto desde que se cerraron las fronteras con la Argentina debido a las restricciones por la pandemia del covid-19, lo cual provocó la debacle económica de la zona a ambos lados del Pilcomayo.

Caminar por esas calles es un paseo silencioso y ganar la galería que antecede a la Pasarela de la Amistad es más fácil y lleva menos tiempo de lo acostumbrado. La caminata por este émulo de pueblo fantasma se interrumpe abruptamente frente a un conglomerado de vallas papales ubicadas exactamente a mitad de la pasarela; en realidad son dos, una valla rústica de madera y la otra de concreto. A ambos lados, los camalotes y otros arbustos ganan el río Pilcomayo, cuyo cauce a esa altura parece más bien un arroyo.

Hasta finales de la década del 70, los nanawenses llegaban a Asunción en pequeñas embarcaciones. Luego, mediante el Puente Remanso, construido sobre el río Paraguay para unir las regiones Oriental y Occidental, se llega en vehículo haciendo un periplo de unos 30 a 35 kilómetros hasta la capital.

En sus tramos se encuentran dos puestos de control policial y uno ubicado aleatoriamente. En el viaje se ven también vacas reposando o transitando sobre el asfalto, así como improvisados puestos de venta de artesanía indígena, además de rústicas casillas bajo las cuales se comercializa combustible de procedencia incierta envasado en botellas recicladas de gaseosa a G. 5.000 el litro.

A la espera del subsidio gubernamental, algunos comerciantes se aventuran a abrir sus negocios en los que se pueden encontrar vinos argentinos a precios reducidos, aceites, comestibles, pañales, prendas deportivas y prendas casuales. A lo lejos un motocarro con cartones para reciclar se abre paso como una esperanza. Más al fondo, una patrullera de la Policía Nacional irrumpe en los recovecos; los policías bajan con sus tonfas en busca de algún sospechoso. Algunos transeúntes huyen solo “por si acaso”. Y el telón de fondo de la cumbia villera suena como una promesa de la alegría que fue en otros tiempos.

Texto y fotos: Marta Escurra mescurra@abc.com.py

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