–¿Cuál es la verdad de la existencia de desaparecidos en esa casa de Stroessner en Ciudad del Este?
–Estuve allí a recoger esos restos. Son tres cráneos, dos fémures, un húmero, restos sueltos. Vamos a estudiar concienzudamente con lupa, como corresponde en la Unidad Especializada de Derechos Humanos. Vamos a comparar con todas las estadísticas, las tablas que tenemos. Vamos a saber si es de hombre o mujer, la estatura, el sexo.
–Estaban en una fosa...
–Estaban en un baño, debajo del piso por lo visto. Es una casa que está derruida, todo agujereada porque la gente estaba ocupando. Hoy están como 180 familias lideradas por un dirigente al que le llaman Mbururú (Rafael Esquivel). Hay gente que asegura que hay más tumbas. Al haberse encontrado esos cráneos amerita que se siga investigando. Hay gente que refiere que se escuchaban gritos de dolor, de llanto por suplicios. Dicen que Stroessner venía cada tanto. Como todos sabemos, Stroessner era un pedófilo. No sabemos si traía criaturas para violarlas.
–Hace tiempo que no se hablaba más de tumbas ni desaparecidos.
–Ciertamente se abre una puerta para investigar muchas cosas: las violaciones de criaturas, los crímenes de lesa humanidad, desapariciones forzadas, historias de la propiedad y bienes malhabidos de la dictadura.
–¿No es una leyenda entonces?
–Que a Stroessner le gustaban las criaturas no es ninguna leyenda. Por fin hay gente que está empezando a testimoniar en la fiscalía. Se abrió una causa. Ya hay documentos. Están apareciendo de a poco algunas niñas que fueron violadas por Stroessner. Yo creo que una persona que tiene tal conducta no es una persona que está en su sano juicio. Era un pedófilo, un enfermo mental, un perverso. No es que violaba mujeres en edad ya madura sino a criaturas prepúberes. Eran nenas de 10, 11, 12 años. Tengo testimonios de gente que dice que Stroessner las llevaba a Ayolas o a las estancias de alguno de sus amigos, a casas como la de Itá Enramada o de Limpio. Tenía otros lugares.
–¿Casas del placer?
–Para el placer. Stroessner era un degenerado, un enfermo. Es lo que tiene que quedar bien claro para la historia: era una bestia la que nos gobernó 35 años. Es el que instituyó el país de la corrupción, la impunidad, el miedo y la desigualdad. Vivimos en una seudodemocracia que es como una mesa de dos patas. Entonces, a la gente no le importa más nada porque no se invirtió nunca en política de memoria, en políticas de derechos humanos. No se le enseña nada de eso a nuestros niños, a los estudiantes.
–Esos trabajos de excavación que usted encabezó en la ex Guardia de Seguridad, se pudieron culminar? ¿Pudieron identificar los cuerpos?
–En la ex Guardia de Seguridad estuvimos cavando durante cuatro años. Rescatamos 15 cuerpos, además descubrimos ocho tumbas vaciadas. Significa que el general Longhino Escobar desenterró los cuerpos que había enterrado su padre, el coronel Juan Ramón Escobar. Tiró los cuerpos en el patio trasero, en una gran depresión que había en el terreno. Contrató a la Municipalidad y durante dos años llevó allí la basura de Asunción y lo comprimió con máquinas pesadas. Y eso ya nunca vamos a encontrar. De esos 15 cuerpos identificamos cuatro...
–¿Con nombre y apellido?
–Sí, cuatro fueron identificados. Es una prueba del éxito que hemos tenido y que ellos (los stronistas) fracasaron en su intento de que no se les encuentre nunca más.
–A quiénes identificaron.
–A Miguel Ángel Soler, Cástulo Vera Báez, Rafaela Fitipazzi y José Agustín Potenza.
–Quién era Potenza.
–Potenza era un argentino empleado de la Biblioteca del Congreso Nacional en la Argentina, militante del partido Justicialista. Fue secuestrado en Uruguay y apareció acá. Encontramos sus restos enterrados en la Agrupación.
–¿Y Filipazzi?
–Rafaela Filipazzi fue secuestrada en Montevideo y apareció también ahí enterrada en una fosa común con Potenza. Después, Cástulo Vera Báez fue un jugador de fútbol del club Nacional, militante del partido Comunista paraguayo, exiliado en Argentina y de ahí se le secuestró, en Puerto Iguazú, y apareció enterrado en la Agrupación.
–¿Soler?
–Miguel Ángel Soler, todo el mundo sabe, fue hermano de Carmen Soler. Fue secuestrado en su casa (de Asunción). Estaba exiliado. Había entrado clandestinamente al país. Desapareció y encontramos sus restos en la Agrupación. Los asesinaron y ocultaron sus cuerpos.
–¿Puede haber más ahí?
–Cavamos como tres hectáreas y media. Era la parte de la huerta de la Agrupación. Hay otros sitios a cavar como el edificio donde viven los presos, el edificio que se construyó para los oficiales que se usa como cárcel. Hay otras construcciones que podrían tapar algunas fosas según los testimonios que tengo. Antes de entrar a trabajar junté 34 testimonios de ex militares y policías que cumplieron funciones durante la dictadura en ese lugar. Para investigar hay mucho.
–¿Hay voluntad en ese sentido o la gente ya prefiere olvidar el pasado? Pasaron 30 años...
–Hay de las dos cosas. Hay gente que no sabe que tiene esa posibilidad de aportar una gotita de sangre para comparar con los esqueletos que vamos recuperando, que ya son 37 en total. Hay otra gente que prefiere olvidar. El dolor de la desaparición de un ser querido hace que uno viva en una angustia eterna. El dolor está presente en todos los momentos: en las fiestas, en las reuniones familiares. Yo mismo experimento eso como hijo de desaparecido.
–Su padre fue Agustín Goiburú, el médico. ¿Cómo desapareció?
–A él lo secuestraron de Paraná, Entre Ríos (Argentina), en 1977. Fue una de las víctimas del Plan Cóndor. En la Corte Interamericana están todos los documentos que avalan una condena al Paraguay (2006) a seguir buscando los restos de mi padre y consecuentemente de todos los desaparecidos. Hace 42 años que desapareció y lo sigo buscando como a tantos otros compatriotas.
–¿Qué le dicen que pasó con él?
–Stroessner dio la orden de asesinarlo después de haberle interrogado en su oficina del Estado Mayor, allí sobre Mariscal López y General Santos. Allí lo tenían encerrado en una celda-habitación. Un general que sobrevive y al que le prometí confidencialidad fue testigo y me contó que Stroessner ordenó su asesinato. “Así hay que actuar con el enemigo“, les decía a sus subalternos.
–¿Qué era él, comunista?
–Nosotros somos de familia colorada, de la A a la Z. Yo soy nieto del general Rogelio Benítez y nieto del teniente primero Agustín Goiburú López, héroe del Acá Carayá que murió en la Guerra del Chaco. Papá era médico, subcomisario de la Policía que denunció las torturas del régimen en los años 56-57-58. En el 59 tuvo que exiliarse por animarse a enfrentar al tirano y sus secuaces. Era vicepresidente del Movimiento Popular Colorado (Mopoco).
–¿Por qué lo secuestró Stroessner de la Argentina?
–Stroessner lo consideraba su enemigo. Papá planeó un atentado porque decía que era la única forma de terminar con tantos crímenes aberrantes que cometía el dictador. Yo me acuerdo que cuando vivíamos en la Argentina, a mi papá le llamaban las autoridades para recoger los cadáveres de paraguayos que aparecían flotando periódicamente en aguas del Paraná. Los enterraba en Santa Ana (margen argentina). De esa época ya se hablaba de su manía por las criaturas a las que violaba. Se sabía de las torturas, de sus asesinatos, de cómo el general Colmán atormentaba a los prisioneros del Movimiento 14 de Mayo. Les cortaba las orejas, los despellejaba, en fin... Nunca el Paraguay tuvo un represor tan enfermo como ese dictador. Por eso planeó el atentado. Él decía: “a ese gringo hay que eliminarlo como se elimina a un perro rabioso”. Era eliminar una bestia, porque no era un ser humano. Al final el plan fracasó. Los autores fueron delatados. Cayeron y fueron desaparecidos: los hermanos Ramírez Villalba, Amílcar Oviedo, etc.
–Y ¿usted recibe colaboración de las autoridades o es una formalidad?
–Yo vivo de mi sueldo de cinco millones más gastos de representación. Este año todavía no me pagaron los viáticos. Viajo con mi vehículo particular, pago comida, alojamiento, combustible pero lo que hago, lo hago con cariño y amor a la Patria.
–¿Qué significado tiene este hallazgo en Ciudad del Este?
–Vamos a estudiarlos. A mí me fortalece cada vez que encontramos restos de nuestros compatriotas desaparecidos en la esperanza de identificarlos y sobre todo que se castigue a los responsables de esos crímenes. Estamos siendo fiscalizados en forma permanente por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Y además hacemos periódicamente cursos de antropología en otros países.
–¿Hay todavía acusados que pueden ser juzgados o ya murieron todos?
–Hay todavía gente que estuvo vinculada y comprometida, con responsabilidad directa en esos hechos. Con esos cuatro cuerpos plenamente identificados, los fiscales y jueces de la jurisdicción tienen que pedir la lista de los militares y policías que cumplieron funciones en esos lugares, verificar quién está vivo o muerto, y si están vivos procesarlos más allá de la edad que tengan. Se los tiene que sentar en el banquillo de los acusados y responder por lo que hicieron.
–En cuanto a esas mujeres que dieron testimonio de violaciones, usted dice que hay dos.
–Hay unas cuantas. Hay dos que dieron su testimonio. Hay una que escribió un libro inclusive. Se llama “Una rosa y mil soldados”. Se llama Julia Osorio Gamecho. Mire: el terrorismo de Estado no tiene que ver con ideologías. Yo soy colorado pero no milito políticamente. No puedo militar orgánicamente en un partido. No me puedo candidatar a nada porque mi servicio es trabajar por la memoria. El campo de los derechos humanos no tiene color ideológico. No tiene partido. Pero eso sí, se requiere de un presupuesto estable que no tenemos. En este momento tengo 12 lugares para ir a excavar como resultado de una larga investigación. No me voy porque no tengo el recurso.