Orden y Progreso

Horacio Cartes declaró que durante el stronismo hubo orden y progreso en el Paraguay. Casualmente utilizó el eslogan inicial de la dictadura que luego se perfeccionó en “paz y progreso” para tratar de encubrir la violencia y el terrorismo de Estado vigentes durante la dictadura, con el apoyo del partido que hoy postula su candidatura.

Creo que ni Goli Stroessner ya se anima hoy a sostener que en aquellas décadas oscuras de la tiranía de su abuelo hubo orden y progreso en el país, ya que la tonelada de documentos que circula por el mundo se encargó de desmentir esa perversa propaganda con la que se anestesió a toda la nación durante 34 años. Dicen, sin estar muy seguros, que Stroessner goza del cariño de la gente, pero no se atreven a repatriar sus restos al Paraguay. Miedo a la reacción de la gente, porque dinero e influencias no les faltan.

Cartes en realidad se mueve en un laberinto. Por un lado trata que su campaña oculte todo lo relacionado con el coloradismo para amortiguar el rechazo ciudadano; por el otro se rebusca en algunos recursos para que los colorados lo consideren uno de ellos aunque para muchos es todavía difícil tragarse su coloradismo “express”.

Efectivamente, en el “Mapa genético de la ANR” de Carola González Alsina, por ejemplo, no se encuentra nada que se aproxime a Cartes entre los Caballero, Melgarejo, Decoud Domecq, Centurión Martínez, Garay, Argaña, Sosa, Goiburú, Domínguez, Brugada, Pane, Soler, Silvera, Amarilla, O’Leary, Mallorquín, Frutos, Escurra, Méndez Fleitas, González, Lovera, Duarte Prado, Insfrán, etc. Claro que si resultare ser presidente, muy pronto le encontrarán el parentesco directo con el fundador, el general Bernardino Caballero. Pero “Von” Prieto Yegros, uno de los que conoce y podría hacer esta “investigación”, no está disponible por su oposición total a la candidatura de Cartes.

Volviendo al orden y progreso que el candidato colorado encontró durante el régimen stronista, ciertamente el país necesitaba estabilidad política y combate al atraso en que se encontraba cuando Stroessner asumió el poder, pero de ahí a implantar el terror, con la persecución a los opositores, la diáspora, la tortura y desaparición forzosa, en nombre del orden, hay una diferencia muy grande. Tampoco se pueden identificar las grandes obras llenas de corrupción con el combate al atraso y la miseria.

Sería bueno que Cartes diera un repaso a las obras de sus propios “correligionarios” , como por ejemplo Méndez Fleitas, o que simplemente lea el texto de la renuncia histórica de Carlos Romero Pereira a la junta de gobierno stronista (1987), para saber de qué estaba hablando cuando trató de justificar la vigencia del stronismo.

“El fantasma de los delitos económicos, financieros, políticos, sociales y comunes, ronda a todos en igualdad de méritos y no porque lo diga yo, sino porque nace del profundo conocimiento de sus propios protagonistas. En otras palabras, el estigma de la corrupción marca a todos por igual, pero he aquí significativa concordancia que los tres movimientos que pugnan por el poder político se sienten, se saben y son claramente stronistas”, expresó Carlín refiriéndose a sus correligionarios aferrados a los privilegios ilegítimos otorgados por el dictador.

Orden y progreso fue el nefasto eslogan de la serie de gobiernos autoritarios caracterizados por “poca política y mucha administración”, que se inicia con el dictador Porfirio Díaz en México, a quien se adhirieron luego otros como Marcos Pérez Jiménez de Venezuela y Alfredo Stroessner de Paraguay, como una mala copia de la teoría de Augusto Comte, un idealista del crecimiento económico basado en la modernidad y la educación, y el orden social para la tranquilidad de la población. Nada que ver con la forma que le dieron los dictadores latinoamericanos y que el candidato colorado reivindica como un valor positivo para el futuro de nuestro país.

ebritez@abc.com.py

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