La publicidad de las DD.JJ. no hace más que confirmar que muchos personajes se meten a la política para asegurarse un buen pasar para ellos como para sus allegados, pero no solo en el presente sino a futuro. Los clanes familiares están a la vanguardia en cuanto a sinvergüencería, sin hacer caso al fin de la política que es servir y no servirse de ella.
Leí el comentario de un ciudadano que decía que la corrupción no mata. No le culpo a esta persona por su creencia puesto que es una víctima más, ya que históricamente el Estado siempre se destacó por ser uno de los que menos invierte en educación, y no es casualidad pues se necesita un pueblo ignorante que no sea capaz de cuestionar y actuar en consecuencia.
La corrupción no solo mata, sino que hace lo peor: nos tortura previamente, privándonos de dinero para tener más hospitales, camas de terapia intensiva, medicamentos, escuelas, becas de estudio y creando enormes desigualdades.
Un ejemplo basta para ilustrar y fue el padecimiento que vimos estos días de los enfermos de cáncer que se están muriendo, mientras esperan su medicación, pero cuando un político o su familiar padece la enfermedad ellos utilizan el dinero que nos robaron para ir a tratarse al extranjero.
Poco sirve ventilar por ventilar las DD.JJ., si no hay castigo seguirán robando, mientras fiscales y jueces no están dispuestos a llevarles a la cárcel o mejor: rescatar el dinero robado para invertirlo en salud y educación. Por ende, cada uno de nosotros, el pueblo, somos los que no debemos bajar la guardia para lograr avanzar como sociedad.
Capitalicemos este actual descontento, avancemos como sociedad organizada y democrática, demostrando que unidos no nos vencerán porque la corrupción ni el hambre saben de colores. Hay muchas mentes brillantes y honestas, así que hagamos ese “golpe”.