Lo tangible y lo intangible para el Conacyt

Con todo respeto a su investidura y muchos años de amistad, me permito discrepar con el nuevo presidente del Conacyt cuando afirma su preferencia de lo tangible sobre lo intangible para apoyar programas de investigación científica financiados por el Estado. Lo tangible lo relaciona con equipamientos y aparatos, “lo que queda” y lo intangible con “palabras, preguntas y papelitos”. Lo primero lo identifica con las ciencias formales y naturales, que prefiere, y lo segundo con las sociales, que, como a otros empresarios aunque no a todos por suerte, le irrita. Pero en la realidad de la actividad científica justamente ocurre lo contrario de lo que él afirma.

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Las ciencias naturales y biológicas se valen de instrumentos y técnicas precisamente para ahondar en lo intangible, aquello que no se ve con los ojos, las bacterias, los hongos, los virus, las moléculas, los átomos. Estas dimensiones del mundo físico, químico y biológico están más allá de lo observacional, donde el ojo y el microscopio ya no son suficientes. Este problema preocupaba a emblemáticos filósofos y críticos culturales post modernistas como Bruno Latour y en ese sentido nuestro presidente está en muy buena compañía.

Respecto a su interpretación de lo intangible, aquello que se aprehende con preguntas, palabras, reflexiones, plasmadas en papelitos, y atribuible a las ciencias sociales, representa justamente lo contrario de lo que afirma. Porque así como las ciencias físicas, naturales y biológicas ahondan en lo no perceptible con el razonamiento o con técnicas o con equipos en la búsqueda primaria de mecanismos íntimos de la normalidad y de las patologías, las ciencias sociales se ocupan de la realidad misma en toda su tangibilidad. La misma está representada por estudios sobre la pobreza, la educación, la ética, el género, la economía, la historia, la antropología, la epidemiología, el aborto, etcétera, etcétera, es decir de lo que es muy tangible y que con la simple observación y reflexión y anotación se generan hipótesis, teorías y nuevos conocimientos tan necesario en este país donde abundan los problemas sociales.

Resumimos diciendo que el campo de lo intangible pertenece más a las ciencias duras y el campo de lo tangible más a las ciencias blandas.

Esta dicotomía en maneras de hacer la ciencia también explica un aspecto muy criticado en nuestro medio por personas bien intencionadas del mundo jurídico, político y empresarial aunque ignorante del funcionamiento del proceso científico, cuando critican que en la ciencias sociales se gasta más en salarios que en las ciencias más duras, donde se gasta menos en este rubro y más en equipamientos, lo primero está mal y lo último está bien, aluden. Con el atrevimiento propio del ignorante implican malversación cuando se investiga y gasta dinero en temas que no son de su agrado. La explicación es el menor costo básico en las ciencias sociales, menos dependiente de equipamientos costosos como en biología y la falta de institucionalización de la mayor parte de la actividad de sus científicos que deben recurrir a las ONG y lo contrario ocurre en las otras ciencias, más institucionalizadas, con mejores salarios y más dependientes de equipos caros.

Por lo antedicho es que veníamos insistiendo en la necesidad de un científico al frente del Conacyt, para evitar estas (para los científicos) peculiares interpretaciones del fenómeno de la investigación científica por parte de no profesionales en el área, que pueden resultar en la implementación de políticas científicas inadecuada.

(*) Instituto de Patología e Investigación

antoniocubillaramos@gmail.com

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