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La noche de Pascua es tradicionalmente la noche de los bautismos en la Iglesia. Antiguamente era en esta vigilia que los catecúmenos renacían en la pila bautismal. De hecho, toda la liturgia de esta vigilia nos invita a renovar nuestro propio bautismo y tomar conciencia de lo que somos.
Por este sacramento nosotros fuimos injertados en Cristo y empezamos a recibir la savia divina. Por él fuimos asumidos por el Padre Eterno como hijos, y nos tornamos herederos de todas las cosas que pertenecen a Dios. En las aguas del bautismo fuimos asumidos por la Iglesia que como madre nos cuida, protege y alimenta. Aun más, todo bautizado está llamado a hacer crecer todas las semillas que en el sacramento fueron sembradas, especialmente la fe, la esperanza y el amor, dones importantísimos, para una vida auténticamente cristiana.
Si todos nosotros tuviéramos conciencia de lo que significa ser un hijo de Dios, seguramente nuestra vida sería muy diferente. Por eso es muy importante renovarse espiritualmente y buscar revivir cada día la gracia de nuestro bautismo.
Jesús fue bautizado a los 30 años. Ciertamente también porque Juan Bautista tenía la misma edad de él, y solo comenzó a bautizar cuando ya era grande. Sin embargo, la comunidad cristiana ya en los primeros tiempos empezó a bautizar a sus hijos cuando pequeños, pues reconocían que el bautismo era el principal regalo que podrían darles, juntamente con la formación cristiana. Ellos entendían que ninguna otra cosa podría ser más importante, o un bien mayor, que consagrar a sus hijos desde pequeños al cuidado de Dios y así hacerlos partícipes de la vida divina desde la cuna. Diferente era cuando los padres no eran cristianos, y por lo tanto no podían darles el don de la fe, en estos casos, solo después de adultos es que recibían el bautismo. Los adultos paganos necesitaban primero ser evangelizados para después manifestar el deseo de transformarse en cristianos.
El papa Juan Pablo II nos invitaba a celebrar el aniversario de bautismo con la misma intensidad o hasta más que el propio cumpleaños, pues en una visión de fe, ciertamente el día en que fuimos llamados a la vida verdadera es mucho más importante.
Oración de la vigilia:
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Por este sacramento nosotros fuimos injertados en Cristo y empezamos a recibir la savia divina. Por él fuimos asumidos por el Padre Eterno como hijos, y nos tornamos herederos de todas las cosas que pertenecen a Dios. En las aguas del bautismo fuimos asumidos por la Iglesia que como madre nos cuida, protege y alimenta. Aun más, todo bautizado está llamado a hacer crecer todas las semillas que en el sacramento fueron sembradas, especialmente la fe, la esperanza y el amor, dones importantísimos, para una vida auténticamente cristiana.
Si todos nosotros tuviéramos conciencia de lo que significa ser un hijo de Dios, seguramente nuestra vida sería muy diferente. Por eso es muy importante renovarse espiritualmente y buscar revivir cada día la gracia de nuestro bautismo.
Jesús fue bautizado a los 30 años. Ciertamente también porque Juan Bautista tenía la misma edad de él, y solo comenzó a bautizar cuando ya era grande. Sin embargo, la comunidad cristiana ya en los primeros tiempos empezó a bautizar a sus hijos cuando pequeños, pues reconocían que el bautismo era el principal regalo que podrían darles, juntamente con la formación cristiana. Ellos entendían que ninguna otra cosa podría ser más importante, o un bien mayor, que consagrar a sus hijos desde pequeños al cuidado de Dios y así hacerlos partícipes de la vida divina desde la cuna. Diferente era cuando los padres no eran cristianos, y por lo tanto no podían darles el don de la fe, en estos casos, solo después de adultos es que recibían el bautismo. Los adultos paganos necesitaban primero ser evangelizados para después manifestar el deseo de transformarse en cristianos.
El papa Juan Pablo II nos invitaba a celebrar el aniversario de bautismo con la misma intensidad o hasta más que el propio cumpleaños, pues en una visión de fe, ciertamente el día en que fuimos llamados a la vida verdadera es mucho más importante.
Oración de la vigilia:
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.